Página web del festival La Inesperada (Barcelona).

IL N’Y AURA PLUS DE NUIT. Eléonore Weber. 79 minutos. Francia.

En Il n’y aura plus de nuit (Mejor Película del Jurado Internacional en la pasada edición del festival Novos Cinemas de Pontevedra) la gala Eléonore Weber emplea imágenes grabadas por los helicópteros estadounidenses y franceses durante las campañas de Afganistán, Irak y Pakistán, un material que se almacena por si un tribunal de guerra lo requiriese como prueba de algún delito. Estos registros tienen la particularidad de estar conectados al visor de las ametralladoras de los helicópteros. Además, al tratarse de cámaras térmicas, las imágenes no están sujetas a las limitaciones de la vista humana. La cámara vuelve a las personas siluetas de luz a las que es ridículamente sencillo, incluso “tentador”, disparar. Para construir una reflexión sobre la cuestionable moral de estas imágenes, la cineasta entrevista a un soldado anónimo, que expone lo que significa ostentar una mirada infalible, exenta de error, psicótica. Para encuadrar este proceso de deshumanización, Weber busca indicios de conciencia en los mínimos gestos de la cámara: un paneo sorprendente, instantes de contemplación, zooms para tomar distancia con los targets. Sin embargo, lo que prevalece es el terror ante un futuro en el que esta tecnología estará a disposición de casi cualquier ciudadano. “No habrá más noche”, profetiza Weber, y luego remata: ¿qué pasará con aquelles que sigan en la oscuridad? Mariona Borrull

CORRESPONDENCIAS. Carla Simón, Dominga Sotomayor. 19 minutos. Chile, España. Sección Cuadecuc.

Abrazando el formato de las misivas filmadas, Correspondencia de Carla Simón y Dominga Sotomayor tiende puentes entre los universos de ambas cineastas. No solo está el evidente vínculo generacional –sus edades solo están separadas por un año–, sino que las directoras de Verano 1993 (2017) y De jueves a domingo (2012) comparten, por ejemplo, el hecho de haber abordado en su trabajo la cuestión de la infancia. Una confluencia de intereses que se hace evidente en el arranque de este intercambio de cartas movido por las emociones, los recuerdos, las dudas y la necesidad de preservar la memoria como acto de resistencia y compromiso. Carla Simón abre el film con una caligrafía de imágenes grabadas en súper 8 para anunciar con un rótulo escrito a mano –recurso que utilizará a lo largo de todo el trabajo– que su abuela acaba de morir. De este modo, la cineasta marca el tono confesional con el que se expresará durante todo la película. Porque, en la siguiente misiva, su reflexión girará en torno a las imágenes –que conserva del pasado y que piensa filmar en un futuro próximo– de su madre biológica y de su madre adoptiva, y también sobre sus dudas a propósito de una posible maternidad.

La respuesta de Dominga Sotomayor varía en la forma de trabajar con las imágenes. Su propuesta se construye a partir de material de archivo, sobre el que su voz en off actúa como guía omnipresente. La directora de Tarde para morir joven (2018) recupera un corto que filmó junto a su abuela –una alusión a lo familiar que entronca con las reflexiones de la directora catalana– que narra la llegada de una joven en tren a Santiago de Chile. Un trabajo en blanco y negro que nunca se llegó a editar, y que muchos años después la cineasta chilena reprodujo en color. Sotomayor utiliza también imágenes de su madre, protagonizando un spot de la mítica campaña a favor del “no” en contra de Pinochet en el referéndum celebrado en 1988 y que acabó con el gobierno del dictador. Pese a que en el conjunto del film resuenan ciertos ecos procedentes de la realidad social e histórica, el tránsito definitivo de la esfera familiar a la política acontece cuando Sotomayor desestima ahondar en sus impresiones acerca de la maternidad para abordar el estallido social de su país, donde la población se lanza a las calles –para manifestar un descontento generalizado y reclamar una nueva Constitución– y donde “nos están sacando los ojos a balazos”. Sotomayor saca su cámara a la calle para dejar testimonio de una realidad cíclica marcada por la represión ciudadana. De este modo se cierra un film estimulante, humilde en su duración pero reseñable en su apuesta por tender puentes entre el intimismo de orden privado y el ejercicio de agitación y denuncia política. Fernando Bernal