John From es una obra que se va convirtiendo poco a poco en algo alejado de lo inicialmente planteado. Así, la película lleva a cabo una evolución progresiva que nos traslada de un edificio de apartamentos en Lisboa a ese mismo complejo transformado en un microcosmos melanesio. La excusa viene de la mano de su protagonista: una adolescente que pasa el verano en la urbe y que se enamora de su vecino, un reportero recién venido de las islas. De este modo, y gracias a la magia, todo su entorno doméstico y familiar queda contaminado por una niebla que transforma el decorado y, con él, la historia. John From parte de un naturalismo que funciona a la perfección para llegar a un realismo mágico que cierra la película pero no llega a sentenciarla. Curiosamente, una vez que Nicolau inunda la imagen de referencias exóticas imposibles la imagen pierde algo de fuerza y el discurso se torna un tanto hierático; se trata de una artificialidad honesta, pero uno no puede evitar pensar que donde John From realmente triunfa es en esa primera parte repleta de imágenes posibles pero inéditas como ese plano inaugural donde una sandalia flota en el agua estancada de un balcón. En cualquier caso, estamos ante una de las propuestas más interesantes de su año. Endika Rey

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