En la vida de todo espectador hay una serie de recuerdos cinematográficos recurrentes que de algún modo supusieron toda una epifanía en el momento de vivirlos. Para el que esto escribe, uno de los más contundentes fue el de un pase de domingo tarde en televisión en el que, de repente, el mar se abalanzó sobre un barco gigantesco hasta darle la vuelta. Hablo, claro está, de La Aventura del Poseidón, una película generalmente denostada a la categoría del cine de catástrofes de los 70 (repleta de tantas obras excelentes como de unos daños colaterales imperdonables) cuando en realidad estaba, como su propio título indica, más relacionada con la aventura pura y dura. Un grupo de pasajeros han de bajar al fondo del barco (ahora techo) para sobrevivir a una situación en la que quedarse parado equivale a la muerte. El movimiento y la cooperación se convierten en las herramientas para hacer avanzar un relato dividido en diferentes pruebas y niveles hasta acabar alcanzando un final donde el enfrentamiento, como no podía ser de otro modo, es uno que tiene al mismo Dios como contrincante. Existen otros buenos ejemplos de este cine bigger than life de la misma época (por ejemplo, El Coloso en llamas, también producida por Irwin Allen), pero a todas les falta algo: quizás la travesía, quizás el mundo al revés; muy probablemente, el gigantesco árbol de navidad. En cualquier caso, el Poseidón existe y con él se nos recuerda cómo el cine es capaz de convertir cualquier cosa, desde un viaje en barco a una visita al supermercado, en toda una aventura. ER

Programación completa del cine Phenomena