Si en Blow-Up Antonioni diseccionada la sociedad a través de la ampliación de una fotografía, en La Conversación Francis Ford Coppola hace lo propio con un simple diálogo. Ambos parten de una unidad básica del cine (un plano, una conversación) para estirarla, ampliarla y extenderla a través de la repetición y del juego de usos con la misma. El protagonista, un Gene Hackman repleto de sutilezas interpretativas, busca pruebas de una supuesta infidelidad y graba conversaciones entre dos amantes sospechosos: ese diálogo se graba desde tres puntos de vista distintos, y a lo largo de toda la película el personaje, al igual que el director, intentará editar los pedazos a través de una reproducción continua que siempre acaba aportando más datos de los esperados. El contenido modifica la perspectiva pero siempre lo hace a través de la forma. La conversación es cine negro, un thriller de conspiraciones que nunca se sale del punto de vista del investigador y que propone uno de los ejercicios cinematográficos más consecuentes de los 70. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes, La conversación es también un duro retrato sobre la soledad y la mentira. Una de esas películas redondas que, sin embargo, tienen su mayor valía en los vértices. Endika Rey

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