La dolce vita, que ganó la Palma de Oro de Cannes de 1960 y fue un gran éxito en su país en el momento de su estreno, no contiene únicamente la mítica escena del baño en la Fontana de Trevi de Anita Ekberg y Marcello Mastroianni, sino que constituye un retrato de una sociedad en decadencia, dominada por la falsedad, el engaño, y la corrupción. Un retrato que juega a una apariencia juvenil, sano, vibrante, pero que esconde bajo su manto de luz una sociedad fúnebre y en descomposición. En su estreno en Estados Unidos, la película fue recibida por el crítico del New York Times Bosley Crowther con estas palabras: “Esta representación sensacional de ciertos aspectos de la vida en la Roma contemporánea, como se revela en la experiencia vital de un periodista de espíritu libre, es un retrato brillantemente gráfico de toda una franja de la sociedad en triste decadencia y, finalmente, un comentario fulminante sobre la tragedia de la sobre-civilización”. GdPA

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