Carlota Moseguí

A pocas horas de empezar el Festival de Venecia, acudimos a un evento especial. Fuera de la competición de la sección Giornate degli autori se proyectaba la impactante ópera prima de Celia Rowlson-Hall, que causó furor en la pasada edición del Festival de Tribeca. El debut de esta actriz y coreógrafa especializada en danza contemporánea va camino de convertirse en uno de los grandes descubrimientos del certamen italiano. Ma es una relectura contemporánea y feminista de la figura de la Virgen María, además de un deleite inolvidable para los sentidos. Este poema visual sin diálogos, que da comienzo con uno de los Proverbios –“Mujer virtuosa. ¿Quién la hallara?”–, pretende deconstruir la caracterización casta, sumisa y virtuosa de la Santa que predomina en nuestro imaginario colectivo. Esta Virgen María del siglo XXI –interpretada por la propia cineasta– inicia un peregrinaje por el árido desierto estadounidense con el fin de conocerse a sí misma. Durante su viaje, que devendrá una ruta alucinógena llena de sorpresas, la mujer descubre su ignorada fortaleza, valentía y capacidad de sacrificar sus intereses por el bien de la humanidad. Asimismo, la futura madre del Salvador tendrá otro tipo de revelación, una toma de conciencia de las desventajas que comporta ser el sexo débil en un mundo regido por las reglas del patriarcado. En este sentido, Rowlson-Hall desacraliza el episodio bíblico de la pérdida de la virginidad de María proponiendo una versión alternativa más macabra y metafórica: será violada por unos dioses modernos (representantes del poder en la actualidad): un predicador, un policía, un militar y un empresario.

Del resentimiento por no tener los mismos privilegios que los hombres surge el deseo de convertirse en uno de ellos; concretamente, en la versión Cowboy de José (Matt Lauria). Su ansia por ser como su fiel acompañante deviene una oscura obsesión que la lleva a travestirse y comportarse con síntomas de donjuanismo. De este modo, Rowlson-Hall procura un juego de espejos entre el mito de un personaje universal y la historia de una adolescente corriente, que pierde la razón después de fallar en la búsqueda de su rol femenino. Por otro lado, esta road movie onírica, repleta de metáforas mágicas del Antiguo y Nuevo Testamento, representa la dicotomía entre lo sublime y lo aterrador, con unas imágenes que permanecerán en la mente del espectador como si fueran un gran tesoro. Rowlson-Hall es uno de los nuevos nombres del cine indie norteamericano que debemos seguir con mucha atención.

Luis Tosar en "El desconocido" de Dani de la Torre.

Luis Tosar en “El desconocido” de Dani de la Torre.

Durante la primera jornada de la Mostra, pudo verse la premiere mundial de dos thrillers sobre secuestros que exponen un dilema ético similar desde dos puntos de vista opuestos. Por un lado, el rehén corrupto que es castigado, y por el otro, el chantajista desesperado, que debe tomar mediadas ilegales para obrar según ‘lo correcto’. La ópera prima del gallego Dani de la Torre, titulada El desconocido, que inauguró la sección Giornate degli autori, adopta la perspectiva de un banquero (Luís Tosar) que es víctima de una vendetta urdida por un hombre afectado por sus malas prácticas financieras; en cambio, la protagonista del magnífico film mexicano Un monstruo de mil cabezas, visto la sección Orizzonti, es una mujer estafada e ignorada por la aseguradora de su marido enfermo, que es capaz de cualquier cosa para que éste reciba el tratamiento médico que el corrupto sistema sanitario de México le niega.

Jana Raluy en "Un monstruo de mil cabezas" de Rodrigo Plá.

Jana Raluy en “Un monstruo de mil cabezas” de Rodrigo Plá.

Ambos largometrajes rompen las fronteras entre las nociones de ‘bondad’ y ‘maldad’ a través de sus protagonistas: el banquero –sinónimo de ‘villano’ en España– que toma conciencia de la desdicha que ha causado a sus clientes por mera avaricia, y la mártir, que queriendo adoctrinar a sus abusones, acaba comportándose peor que ellos. En el caso de El desconocido la evolución psicológica del personaje de Luís Tosar puede intuirse desde el inicio del film; justo al contrario que en la nueva película de Rodrigo Plá, donde la transformación de Sonia (Jana Raluy) y su hijo cómplice (Sebastián Aguirre, protagonista de Güeros) atrapa al espectador en una laberíntica e imprevisible trama. Como en La zona, el realizador mexicano aborda la irrupción de una violencia irracional y descontrolada en un contexto pacífico: en este caso, no se trata del vecindario de unos ricos que quieren matar a sus ladrones, sino en la mente de una mujer que nunca hubiese llegado a tal extremo si la vida de su marido no estuviese en peligro.