Estrenada fuera de concurso en el pasado festival de Cannes, La muerte de Luis XIV es una suerte de drama desdramatizado sobre el momento más dramático de cualquier vida: la muerte, la agonía, la desaparición. La película, encerrada en una habitación de la que apenas se permite salir, recrea los últimos días del “Rey Sol” encarnado por Jean-Pierre Léaud, actor fetiche de François Truffaut: rostro y cuerpo capital de la historia del cine, que parece despedirse del cine, del arte, y del mundo, en una actuación magistral de un cuerpo que se apaga. Contenida, y al mismo tiempo excesiva, profundamente material y materialista, hasta el detalle, la película cuenta la historia de una desaparición lenta, de un apagarse; una gangrena, un cuerpo que se apaga sin aspavientos, y una película encerrada sobre sí misma, para contemplar el tiempo que se marcha, la carne que se pudre: la muerte en acción. Gonzalo de Pedro

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