Tras su estreno en el pasado Festival de San Sebastián, y un más o menos fugaz paso por salas, el último trabajo de Jonás Trueba, La reconquista, trata de “reconquistar” (perdonen el chiste fácil) el favor de las salas y el público con un reestreno navideño en algunas salas, tratando de llegar a aquellos espectadores que se la perdieron, que no se atrevieron, o que no se enteraron. Un gesto de valentía y resistencia, en medio del aluvión de estrenos navideños, que puede abrir una puerta de esperanza en la cartelera invernal. La reconquista, sobre la que su director Jonás Trueba dio una fascinante entrevista en estas mismas páginas, es una nueva vuelta de tuerca a las historias de amor y paseos sobre los que su director viene trabajando desde sus inicios. Un cine familiar y amistoso, hecho entre amigos y en familia, cargado de referentes pero cada vez más personal y propio. O como escribía Manu Yáñez: “La reconquista incorpora en el repertorio expresivo de Trueba una dimensión ceremonial en la que los gestos –una mano que ofrece compartir una bolsa de castañas, un cuerpo desplomándose sobre una cama, una mirada romántica proyectada hacia el horizonte de la adolescencia– devienen tanto o más relevantes que las palabras”. GdPA

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