Esta brillante adaptación del relato de Alan Sillitoe nos acerca, una vez más, a la cuestión de la discriminación social que tanto interesaba al director de Un sabor a miel. En este ocasión, el cineasta ganador de dos Oscars por Tom Jones expone su particular visión sobre la teoría de la lucha de clases a partir de la historia del pequeño Colin (Tom Courtenay), un delincuente adolescente – con cierto don para el atletismo– que es internado en un reformatorio. Sin embargo, esta aclamada ficción no es un simple drama carcelario, ni una versión británica de Los 400 golpes. La soledad del corredor de fondo es un viaje introspectivo que conduce al protagonista hacia la asimilación de las circunstancias que le han favorecido en su ascenso de clase. Mediante elocuentes flashbacks que hacen referencia al propio flujo de conciencia del joven atleta, el autor nos revela la verdad sobre los premiados o los castigados por la meritocracia.

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