Hay que rastrear a fondo la historia del cine para encontrar a cineastas como Christopher Guest, capaces de aunar en su obra satírica la caricatura más grotesca y la ternura más franca. En el pasado, quizás Elaine May, mientras que, en el presente, solo Wes Anderson puede equipararse a Guest en su singular manera de marcar distancia con sus personajes –en el caso del padre de This is Spinal Tap, a través de las forma del falso documental humorístico– y al mismo tiempo arrimarse espiritualmente a sus peculiares criaturas. En la genial Mascots, el director de Very Important Perros y Nominados vuelve a encerrarse entre las herméticas paredes de un hilarante universo competitivo –el de las mascotas animadoras de equipos deportivos– para hacer realidad los sueños de su fauna humana. Ahí se reúnen algunos no tan excéntricos especímenes de la clase media norteamericana, entregada a unos delirios de grandeza que Guest abraza con ironía pero también con emotividad: sólo hay que ver el modo en que se prolonga el abrazo victorioso de dos bellas y ordinarias hermanas (Parker Posey y Susan Yeagley) que convierten el concurso de “mascotas” en el escenario de sus pretensiones arty. Entre las muchas razones para disfrutar Mascots está la de ver reunidas a dos generaciones de la troupe actoral de Guest, todos ellos maestros de la improvisación y el humor deadpan (aquel que contrarresta el absurdo con altas dosis de inexpresividad). Del lado de los veteranos, unos enormes Ed Begley Jr. y Jane Lynch en la piel de los jueces del concurso. Del lado de los jóvenes, los británicos Tom Bennett y Chris O’Dowd, que se incorporaron al clan Guest en la memorable serie Family Tree. He aquí la nueva y resplandeciente joya de uno de los padres de lo que hoy llamamos humorismo o post-humor. MY

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