Desde su título hasta su forma y sus temas, Miles Ahead juega con la idea del paso del tiempo. El esperado debut como director del conocido actor Don Cheadle (Boogie Nights, Traffic, Crash), plantea en su título un juego de palabras entre el término millas (“miles” en inglés) y el nombre del célebre trompetista Miles Davis, uno de los mejores músicos de jazz del siglo XX. Millas adelante (“ahead” significa “adelante” en inglés) porque el film transcurre en dos tiempos diferentes: el del momento de mayor éxito del músico y el de su decadencia. Así, estructurado en base al permanente montaje de flashbacks al pasado y de saltos al “presente”, el film tiene un ritmo intenso, a veces acelerado, en el que confluyen dos géneros: el biopic y el cine de acción. Con el mismo Cheadle en la piel de Davis –en una caracterización admirable, en la que cabe destacar el trabajo del actor con una voz “averiada”–, Miles ahead no pretende ser una biografía al uso, sino que busca un acercamiento original a la fórmula clásica del ascenso y caída del protagonista, aunque aquí el ascenso tiene sus bajas y la caída, sus momentos de nobleza.

Davis tiene dos compañeros: en el pasado, su amada esposa (excelente Emayatzy Corinealdi), y en los años 70, Ewan McGregor como un periodista sin escrúpulos que lo acompaña en la recuperación de una preciada cinta que le ha sido robada. En esta sección, el film pierde a veces de vista a su protagonista, mejor retratado en los momentos del pasado, fragmentos en los que replandece la espléndida banda sonora. Las transiciones entre los diferentes tiempos suele producirse con la reiteración de un movimiento, un gesto, una palabra: Davis cae en una era y se levanta en otra década de su vida, así en sucesivas ocasiones, hasta caer en una cierta reiteración. A la postre, la película tiene el mérito de no juzgar con rotundidad a Davis, pese a su conducta abusiva y misógina, y a sus adicciones (todo mostrado sin tapujos). Como bonus, el film cuenta con la música de Herbie Hancock (encarnado por Theron Brown).