En una de las primeras escenas de Nico, 1988, la protagonista deja callado a su nuevo manager con la siguiente sentencia: “No me llames Nico. Llámame por mi nombre real, Christa”. La declaración perfila el horizonte de este biopic que se aproxima a los últimos años de la que fue cantante de The Velvet Underground, además de una de las protagonistas de Chelsea Girl, la mítica película de Andy Warhol. Nico, 1988 se presenta como una road movie en la que el personaje de Nico/Christa intenta escapar de los fantasmas del pasado mientras se reencuentras a sí misma una vez liberada del peso de la belleza. “No era feliz cuando era guapa”, espeta con rotundidad el personaje al que da vida una Trine Dyrholm que interpreta ella misma las canciones de Nico. Dotada de un fuerte fatalismo, la película tiene la virtud de intentar desmarcarse del academicismo que suele marcar buena parte de las biografías filmadas de artistas. Hay que reconocer el atrevimiento de Nicchiarelli a la hora de formular un tipo de simulacro estético que remite a la obra de Todd Haynes, en cuanto la italiana utiliza un look que puede remitir a referentes fílmicos del periodo en que transcurre la acción. Además, el formato cuadrado, la aspereza de las imágenes y una iluminación expresiva hacen pensar en la obra de Rainer Werner Fassbinder, mientras que en el austero retrato femenino resuenan los ecos del cine de Chantal Akerman. Manu Yáñez

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