No tengo miedo cuenta la historia de Michele, un niño de diez años en la Italia de los 70 que descubre un pozo secreto en el que está secuestrado otro niño de su edad —uno de buena familia—. El director Gabriele Salvatores, ganador de un Óscar a mejor película extranjera por Mediterráneo, adaptó la novela del mismo título de Niccolo Ammaniti y obtuvo un gran éxito con una película que en Italia se ha convertido ya casi en generacional. Lo curioso del filme es que tiene tanto su punto más álgido como el más cuestionable en el mismo elemento: la fotografía. Al igual que ocurría en Mediterráneo, Salvatores abusa de una imagen y una luz preciosistas tal vez más preocupadas por vender los paisajes de Italia en el extranjero que de servir de utilidad narrativa a la película. Pero, al mismo tiempo, lo cierto es que esa misma fotografía sirve como excusa para un curioso mecanismo de puesta en escena: toda la película está rodada a 1,30m de altura, la de los ojos de los niños, consiguiendo así dotar al relato de una perspectiva sutilmente insólita. ER

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