En una secuencia de esa obra maestra almodovariana que es La mala educación el personaje de Zahara (un Gael García Bernal que interpreta a un transexual) asiste a una misa dada por el cura que abusó de él cuando era un niño. Cuando el sacerdote asegura, en plena lectura de guión de la eucaristía, un “Por mi culpa”, Zahara le replica con un “Por tu culpa”, ya que nunca podrá aceptar que aquella injusticia pueda venir determinada por alguna de sus propias acciones pasadas. Pozoamargo también transcurre en un pequeño pueblo de La Mancha (en este caso, en Cuenca) y cuenta con otra secuencia que remite a aquella, sólo que aquí la culpa es aceptada íntegramente por su protagonista: cuando, en esta ocasión, los fieles asistentes a la misa repiten el “Por mi culpa”, el espectador sabe a ciencia cierta que ese hombre (que ha contagiado con una enfermedad venérea y abandonado a su mujer embarazada) está absorbiendo la culpa de los otros porque considera que debe ser castigado. El himno a la virgen de la cabeza se convierte de este modo en la banda sonora de una auto crucifixión anunciada y, Jesús (ese es el nombre, poco inocente, con que está bautizado el protagonista) emprenderá un camino sin vuelta hacia las sombras (“todos tenemos una sombra, mejor estar con ella”). Pozoamargo es la tercera película del mejicano afincado en España Enrique Rivero, una que le sitúa en la curiosa posición de observador tan ajeno como propio a la idiosincrasia española. ER

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