Poco se puede decir de Pulp Fiction cuando han pasado ya más de veinte años de su estreno y su realizador, Quentin Tarantino, se ha convertido en una absoluta celebridad mundial, un respetado miembro del showbusiness con influencia y con, aparentemente, la misma libertad de espíritu y producción que entonces. Pulp Fiction inauguraba, al menos para el gran público, muchas de las cosas que le ocurrirían al cine contemporáneo más tarde, muchas de la mano del propio Tarantino: la fragmentación narrativa (hasta la casi desaparición del relato años más tarde), el diálogo con referentes bastardos e impuros, la cinefilia desbocada como fuente de inspiración recicladora, y el remix como idioma universal en un mundo de secuencias y no tanto de películas.

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