Que una película de estas características se haya convertido en un pequeño éxito de la distribución independiente, especialmente en un país tan árido como el nuestro, es como poco una muestra de esperanza. Al fin y al cabo, la película póstuma de Aleksei German reunía todos los elementos para resultar un absoluto fracaso… pero su triunfo enlaza con la épica que propone la propia película. Una inmersión salvaje, visceral, en un tiempo incierto entre la edad media y un futuro indeterminado, rodada en impecable blanco y negro, y que viene a ser una mezcla imposible del mejor Herzog con el Tarkovsky más espiritual. Un auténtico viaje, una experiencia que cualquier cinéfilo debería vivir.

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