La trilogía más exitosa del cine de género español llegó a su fin (con todos los peligros que conlleva afirmar algo así cuando se trata de sagas de corte industrial) con una película que dinamitaba por completo las señas de identidad que la habían alzado a la fama. A saber: la filmación constante y en pretendido plano secuencia a manos de alguno de los protagonistas, y el trabajo con una única localización, una vieja casa en el centro de Barcelona. Para esta última entrega, que contó en el guión con la ayuda de Luis Berdejo, Paco Plaza optó por hacer explotar, de forma obvia, clara y autorreferencial, ambas dos señas de identidad, en lo que no solo era una vuelta de tuerca a la propuesta inicial, sino también una confianza suprema en sus posibilidades cinematográficas por encima de la fórmula. El ciclo dedicado a revisitar algunos clásicos del género español ofrece la oportunidad de comprobar si la apuesta fue acertada o fallida.

Programación completa de Sala Berlanga.