Página web de DocumentaMadrid – XV Festival Internacional de cine Documental (3-13 mayo).

AINHOA, YO NO SOY ESA. Carolina Astudillo. 98 minutos. España (2018).

Las expectativas son altas después del anterior, primer y prometedor largometraje de Carolina Astudillo, El gran vuelo. La directora chilena establecida en Barcelona lo sabe, y a pesar de estar a punto de lanzarse al vacío, ha tejido una red de seguridad que aún el público no puede ver: las palabras de Frida Kahlo, Susan Sontag, Sylvia Plath, Alejandra Pizarnik o Anne Sexton se entrelazan como brazos capaces de amortiguar cualquier impacto. No solo el de ella, también el de Ainhoa y otras mujeres que aún están por caer. Pero, ¿quién es Ainhoa? O, ¿quién niega ser Ainhoa? No seré yo quien conteste a la pregunta que lanzan los ojos desafiantes de una joven fotografiada en los años 80. De eso se encarga Astudillo, quien hace uso de la voz en off para ejercer de narradora. Y esta es la primera sorpresa. La directora inicia una conversación unidireccional y audiovisual con todo aquello que habla de su protagonista: grabaciones, diarios, fotografías y testimonios de quien la conoció. ¿Y cómo se cruza con ella? El hermano de Ainhoa, amigo de Carolina, es quien pone todo el material en manos de la documentalista.

Al comienzo de la película Astudillo propone un paralelismo entre Ainhoa y ella, para más tarde abrir el encuadre y dar cabida a otras experiencias de artistas universales. Así, partiendo de los escritos íntimos de Ainhoa, Carolina anuda historias de mujeres que no se conocieron, pero que atravesaron situaciones similares relacionadas con la menstruación, el aborto, la insatisfacción sexual, la maternidad, la depresión o la idea del suicidio. El hecho de que estos temas estén intrínsecamente relacionados con la feminidad los ha convertido en tabú a lo largo de los siglos. De ahí que la directora no solo busque dar visibilidad a la experiencia de Ainhoa, sino transmitir que no es un caso aislado. Y esto resuelve otra de las dudas que surgen cuando escuchamos la voz de Carolina al frente: ¿por qué un documental performativo, con la exposición personal que conlleva? Ya en su anterior documental ella misma reconoció que al trabajar en la historia de Clara Pueyo generó un vínculo emocional con su protagonista. Pudo haberse dirigido a Clara, intercambiar sus reflexiones como lo hace con Ainhoa. Pero en este caso la necesidad es distinta: la red gana resistencia si ella se desnuda y forma parte de ese tejido humano que propone. Es dejarse caer, como ejemplo de confianza. El porqué exacto, el punto en el que tomó la decisión de reflejarse en Ainhoa, lo revela en el largometraje. Laura Carneros

IMPROVISACIONES DE UNA ARDILLA. Virginia García del Pino. 27 minutos. España (2017). Cortometraje

Contra la impostura, la demagogia y la espectacularización de la política a manos de los medios de comunicación, el cortometraje Improvisaciones de una ardilla ofrece un diálogo franco y reflexivo entre unas imágenes filmadas por la cineasta Virginia García del Pino y unas palabras pronunciadas por el filósofo Josep Maria Esquirol. Las imágenes proceden de una investigación realizada por García del Pino en torno a la figura de Alberto Garzón, aunque el retrato del coordinador general de Izquierda Unida queda descartado en favor de una mirada de conjunto al contraplano del circo político. El carrusel de estampas contra-políticas posee tal fuerza crítica –concretada en el gesto elemental de mirar en dirección opuesta a la mayoría– que podría haber conformado una suculenta película muda, sin embargo, pese a la vigencia autónoma de las imágenes, el monólogo de Josep Maria Esquirol es de todo menos anecdótico.

Diseccionando con asombrosa naturalidad tanto la forma como el fondo de las imágenes, Esquirol –“ardilla” en castellano (de ahí el título del corto)– despliega su pensamiento político de manera tan deslavazada como coherente. Las imágenes van proponiendo nuevos ámbitos de discusión y el filósofo responde a las sugerencias de sentido con agilidad. A la postre, la reflexión hablada que interactúa de forma más provechosa con el dispositivo fílmico es aquella que denuncia la vacuidad de la retórica política contemporánea, propulsada por el “directo” infinito de los medios de comunicación. Una dinámica perversa que los políticos gestionan midiendo al milímetro cada gesto y palabra, participando del simulacro global. Para desactivar esta noción de cálculo, la directora obliga al filósofo a improvisar su comentario de las imágenes, activando un flujo de consciencia tentativo y cargado de honestidad. Un discurso que, llegado un punto, se va desprendiendo del seguimiento de las imágenes para ir formulando alegatos profundos: en favor de la humildad y del “poder” como verbo, y en contra de la arrogancia y de la corrupción del “poder” como sustantivo. Manu Yáñez

EL SEÑOR LIBERTO Y LOS PEQUEÑOS PLACERES. Ana Serret Ituarte. 75 minutos. España (2017).

Uno de los placeres del señor Liberto es “hablar con las manos”. Ana Serret Ituarte, directora de El señor liberto y los pequeños placeres enumera una serie de actividades sencillas que a su padre le gustaba hacer y que, por ende, definían su personalidad. La directora se detiene, especialmente, en el movimiento de las manos, dado que la edad de su progenitor y el alzhéimer no le permiten apenas cultivar el resto de “pequeños placeres”. Serret filma con paciencia y detalle la quietud y los impulsos nerviosos que marcan la expresividad de Liberto. Estamos ante un documental que se afana, como sostiene la directora, en “conservar los destellos de las vivencias de las personas que tienen esta enfermedad”: hacer hincapié en lo vivido y no en lo olvidado. El objetivo es mostrar otro punto de vista y no caer en el drama. Sin embargo, resulta imposible resistirse a la sacudida emocional que Serret invoca mediante un ejercicio de sutilidad brutal: el discurso se articula mediante el montaje de grabaciones caseras pretéritas que, en ocasiones, se complementan con audios actuales, y viceversa. Los tiempos vividos pueden regresar a través de piezas musicales de antaño.

Serret busca la manera de definir en imágenes la enfermedad: construye el relato a través de un lenguaje sensorial, sin aportar más voces en off que aquellas que surgen de conversaciones cotidianas. En una de las secuencias más significativas del film, vemos primero un plano detalle de las manos ancianas de Liberto, luego asistimos a una escena de veraneo en la que la pequeña Ana recibe de manos de su padre un montón de arena de playa, y por último, vemos otro plano detalle de unas manos que corresponden a Bruno, el hijo de Ana. Este encadenamiento funciona como metáfora de la herencia que ella recibe y posteriormente pasará a sus hijos: no solo hay un traspaso cultural y afectivo, sino también genético. Esta secuencia entrañable queda oscurecida por el miedo al futuro y a la transmisión de la enfermedad que también expresaba Carla Subirana en Nadar, otro documental donde la realizadora abordaba el alzhéimer desde la experiencia personal. Laura Carneros

ESCORÉU, 24 D’AVIENTU DE 1937. Ramón Lluís Bande. 67 minutos. España (2017).

Hasta el momento, el proyecto histórico-fílmico de Ramón Lluís Bande había circulado por dos corrientes paralelas. Por un lado, una observación silente y distanciada del paisaje asturiano, de la que emergía con furia soterrada la memoria de las heridas (no cicatrizadas) de la Guerra Civil y sus larguísimos estertores. Por otro lado, hace unos años, Bande había iniciado una exploración de los testimonios orales que apuntaba a la construcción del “documento urgente de un acto político radical”, en palabras del propio autor. Paisaje y palabra como los dos ejes centrales de una infatigable búsqueda de respuestas contra el olvido. Dos poderosas armas que confluyen en el nuevo film de Bande, Escoréu (Pravia), 24 d’avientu de 1937. Crónica d’una exhumación, que da cuenta del proceso de búsqueda y exhumación del cuerpo de un hombre asesinado durante la guerra. En esta obra cargada de rigor y compromiso político, encontramos todo el pudor de una cámara que observa desde la distancia pero que no puede contener la emotividad que emana de un punzante gesto de justicia (demasiado tardía). Una cámara que, al mismo tiempo, recoge los testimonios de aquellos que vivieron el crimen de cerca, enriqueciendo así el retrato socio-histórico que ofrece el film. Manu Yáñez

TÓDALAS MULLERES QUE COÑEZO. Xiana do Teixeiro. 71 minutos. España (2018)

El trabajo de la realizadora gallega Xiana do Teixeiro parte de una conversación con sus amigas, en la que registra experiencias reales que ponen de manifiesto una realidad alarmante, que sin embargo está comúnmente aceptada: todas las mujeres viven con miedo y perciben el acoso sexual como una amenaza diaria. La directora pone en marcha el film con el fragmento de una entrevista a Nina Simone, en el que la cantante concluye que la libertad es vivir sin miedo. Curiosamente, este vídeo, con imágenes en color, contrasta con el blanco y negro que do Teixeiro escoge para registrar todo el material, como si tales temores privaran a las mujeres de vivir plenamente. Sin embargo, esta decisión formal tiene más que ver con cuestiones prácticas que con cualquier intencionalidad discursiva, pues la realizadora explicó durante el coloquio que grabar en blanco y negro suponía menores problemas para el posterior etalonaje. El documental se divide en tres partes, y en las dos últimas la directora propone un diálogo entre diferentes generaciones tras la visualización del material filmado en la primera. Con ello, surgen diversos puntos de vista que hacen replantear lo expresado, como en el caso de la complicada labor de concienciar a las mujeres del peligro sin transmitir el germen del miedo. Según do Teixeiro, su intención es continuar generando conciencia a través del debate, con la proyección del documental en diferentes centros educativos, tal y como puede verse en la propia película. Laura Carneros

EVERYONE IN HAWAII HAS A SIXPACK ALREADY. Marvin Hesse. 57 minutos. Alemania, España (2018).

Asegura Marvin Hesse, autor del documental Everyone in Hawaii has a sixpax already, que la postura observacional que adopta sobre un grupo de adolescentes canarios se debe, fundamentalmente, a su escaso dominio del español. Sin embargo, no parece que el director alemán, que participa en la sección de Documentales del Festival de Málaga, desconozca las circunstancias que empujan a los jóvenes habitantes de la isla de La Gomera a dejar su tierra en cuanto cumplen 15 años. A Hesse apenas le basta introducir las imágenes de una camioneta electoral que avanza lentamente para resumir el futuro que les espera si deciden quedarse: “apuesta por el sector primario”, reza el hilo propagandístico. El vehículo recorre las carreteras terrizas durante los meses estivales, como si de una carroza del apocalipsis se tratara. Se acerca el final del verano en la isla, y, precisamente por ello, los jóvenes prefieren ignorar cualquier discurso a cerca del futuro que les impida vivir con intensidad el presente.

Resulta curioso, casi increíble, el nivel de intimidad que Hesse alcanza con los protagonistas. El realizador se integra en el grupo como si otro adolescente se escondiera detrás de la cámara: desde una distancia poco prudencial es capaz de convivir con ellos, colarse en sus habitaciones y registrar conversaciones muy personales que fluyen sin pudor. El punto álgido de la película, tanto a nivel discursivo como estético, tiene lugar la noche de San Juan, tornándose especialmente poética la escena en que una joven pareja se baña en el mar. La imagen desenfocada, los cuerpos que desaparecen bajo las olas y la música de carácter atemporal transforman el momento en un recuerdo automático, consumido por la fugacidad. Como si de una estación de paso se tratase, el documental captura aquellos rituales que se repiten para entrar en la adultez: los primeros cubatas, los castillos en el aire, el desengaño amoroso, los celos, la batalla (literal) contra el acné y los accidentes en monopatín, reconstruyen un verano reconocible que nos devuelve al tiempo de las tardes interminables. Laura Carneros