La tradición del found footage, o trabajo con material de archivo, es tan añeja como el propio cine documental, y se remonta en realidad a unos años antes de que John Grierson acuñara el propio término “documental” para referirse a un tipo de cine pegado a la realidad (que nada tiene que ver, pese a la confusión posterior, con ese cine que aspira a contar el mundo de forma objetiva). Una de las primeras películas de archivo, La dinastía Romanov, de la cineasta soviétiva Esfir Shub, contenía ya el germen de lo que posteriormente detonaría en el found footage: la manipulación de unas imágenes puestas al servicio de un discurso. En aquel entonces, las imágenes todavía se consideraban vinculadas, fijadas, a una realidad, y no gozaban de la autonomía que les conferimos hoy en día, pero cineastas como Shub ya decidieron explorar las posibilidades de cambiar su sentido original, enfatizando aspectos ocultos, subrayando otros, o incluso subvirtiendo sus significados a través de operaciones de montaje.

El primer largometraje de Carolina Astudillo, cineasta chilena afincada en Barcelona, no solo expande el trabajo que había venido haciendo en sus cortometrajes previos, sino que se vincula con esa larguísima tradición de montadores ideológicos, cineastas que entienden las imágenes como elementos a su servicio, y no como pedazos del mundo extraídos por medios mecánicos. Así, El gran vuelo se enfrenta al trabajo con materiales de archivo con una conciencia claramente contemporánea: se parte de imágenes anónimas –cualquier mujer, cualquier figura– para elaborar un retrato imposible, el de una mujer desaparecida de la que se conservan apenas unas pocas imágenes. A partir de retazos de la biografía de Clara Pueyo Jornet –militante republicana encarcelada bajo la dictadura franquista, que huyó sin dejar rastro de la cárcel de Les Corts, en Barcelona–, y apoyándose en un espectacular trabajo sonoro y de montaje, Astudillo establece las bases para una reflexión crítica sobre el uso de las imágenes en los discursos históricos. La directora reemplaza la figura ausente de Pueyo Jornet por imágenes de mujeres de la época, sin preocuparle la fidelidad material y aspirando a una verdad mayor, la de la construcción de un retrato individual que puede ser leído como un rostro colectivo, el de muchas mujeres de la militancia republicana.

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Y es que, además de proponer una audaz reflexión sobre la materialidad de la imagen y su quebradizo vínculo con lo real, El gran vuelo se erige también en una obra profundamente política, que pone de relieve las contradicciones de la izquierda en nuestro país, construyendo un retrato nada complaciente de la militancia izquierdista desde un punto de vista de género. Las mujeres, siempre olvidadas, siempre ignoradas por la historia, no solo combatieron contra el fascismo, sino que tuvieron que combatir también la discriminación, el machismo, el patriarcado, el rechazo, entre sus propios compañeros de filas. Y así, con los rostros de muchas mujeres que son una, o el rostro de una mujer que es muchas al mismo tiempo, Astudillo nos enfrenta a nuestras propias concepciones de la historia, el retrato y la lucha política.

El gran vuelo se estrena este viernes 30 en la Cineteca de Madrid.