23 años antes del estreno de Boyhood (Momentos de una vida), Richard Linklater estableció los pilares de su concepción realista del cine con Slacker, una oda a la ciudad de Austin (Texas), tierra de movidas contraculturales y criaturas asociales. La película tuvo la mala suerte de convertirse en un emblema de la conocida como Generación X y sus jóvenes abúlicos fueron tomados por tipos adictos a la indolencia. En realidad, los protagonistas de Slacker son personas obsesivas, enfrascadas en sus excéntricos proyectos, en sus delirantes rituales, en sus neurosis y paranoias. Un escenario juvenil y extrañamente vitalista que se asemeja a una nada dogmática celebración anarquista (que se prolongaría en films como Movida del 76 o Escuela de Rock). Linklater rodó la película en 16 y 8 mm, escribió el guión en 15 días y contó con un presupuesto inicial de solo 12.000 dólares. El resultado fue una demostración –con su mosaico de personajes capturados en fluidos planos secuencia– de que el espíritu de La ronda de Max Ophüls seguía vivo. MY

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