Un rockero de Detroit y una ávida lectora de clásicos románticos exiliada en Tánger son los protagonistas de la última y sobresaliente creación de Jim Jarmusch. Presentada en la sección oficial del Festival de Cannes, Sólo los amantes sobreviven es una apología a las finas artes con una pequeña particularidad en la caracterización de sus personajes. Adam (Tom Hiddleston) y Eve (Tilda Swinton) no son una pareja de artistas cualquiera: son dos vampiros dotados de una sensibilidad literaria y musical privilegiada. Por primera vez en el imaginario del vampirismo, Jarmusch aniquila la recurrente simbología del insaciable deseo carnal, y se sirve de la condición maldita de esas criaturas de la noche para elaborar una metáfora sobre el imperecedero deseo de crear que sólo poseen los genios. Por otro lado, esta película de ciencia ficción versa sobre una condena más terrorífica que la eterna ingesta de sangre que asegura la supervivencia de la pareja. Pues, como indica su título, Sólo los amantes sobreviven es una fábula sobre las dos herramientas esenciales que poseen Adam y Eve para vencer el temible desencanto que les causa su condición inmortal. Nos referimos a su inagotable amor y, sobre todo, al arte.

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