En 1994, Tsai Ming Liang presentaba “Viva el amor” en el Festival de Venecia, certamen en el cual se hacía con el León de Oro (ex-aequo con “Antes de la lluvia” del macedonio Milcho Manchevski). Casi dos décadas más tarde, el cineasta taiwanés de origen malayo volvía a ser galardonado en la Biennale, en esta ocasión con el Gran Premio del Jurado por este hipnótico film: Stray dogs. Tal como indica el propio título (perros callejeros), la película se centra en un grupo de personajes errantes, precarios, que ocupan lugar en Taipei, una ciudad que parece no tener sitio para ellos. El director de Good Bye, Dragon Inn convierte a sus personajes – un hombre y sus dos hijos, y una mujer que se les une más adelante – en parte del sucio paisaje urbano, como si de mero mobiliario se tratara, pero los eleva a través de una mirada poética, asentada en una epatante fotografía y un tempo acordemente lento. Así, la pobreza que lleva a transitar a los protagonistas por abarrotados supermercados, playas desiertas y edificios demolidos se demuestra capaz de producir bellísimas imágenes, como esos últimos planos que enmarcan unos abatidos rostros que contienen luz. Júlia Gaitano

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