Taxi Teherán se convirtió en una de las favoritas de la crítica desde el primer día del Festival de Berlin de 2015. La película, que acabó ganando el Oso de Oro, plantea un interesante juego de puesta donde el propio Jafar Panahi conduce un taxi por la ciudad iraní y, sin salir del mismo, graba las conversaciones, aventuras y reacciones de sus pasajeros en lo que acaba siendo un gran retablo del escenario político y social del país. Taxi Teherán corría el riesgo de quedar reducida al propio dispositivo, pero el talento de Panahi en la construcción e introducción de elementos así como su apuesta por un entorno cerrado pero nunca claustrofóbico hacen que la película llegue a destino sin dar la impresión de haber tenido que pagar demasiados peajes por el camino. Es cierto que la película no acaba de funcionar como propuesta híbrida entre documental y ficción, del mismo modo que el tono metacinematográfico (Panahi se interpreta a sí mismo) desvía en ocasiones de algo mucho más interesante (los pasajeros frente al conductor) pero en cualquier caso Taxi Teherán es un ejemplo magnífico de la necesidad de hacer cine pese a todo, sean cuales sean las circunstancias. En ese sentido, es una película inspiradora y aunque sólo fuera por eso ya es más que suficiente. ER

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