Hay películas que usan un dispositivo tan audaz de por sí que, aunque sólo sea por eso, ya merecen la pena. No es el caso de The Tribe donde además de la valentía de no utilizar la palabra (no así el sonido) en todo el metraje, asistimos a una de las historias más terroríficamente planificadas del cine reciente. Los protagonistas, una serie de sordos que se comunican a través de la lengua de signos en todo momento, viven encerrados en un entorno claustrofóbico donde no hay salida: no la hay incluso cuando salen fuera del escenario. Europa se convierte en una pesadilla donde la falta de comunicación es la menos sutil de las metáforas que Slaboshpitsky usa en su descenso a los infiernos. Así, un aborto, unos regalos o una mesita de noche se convierten en excusas para ofrecer una serie de imágenes (y sonidos) tan imborrables como perturbadores. The Tribe es una película de mafias formadas casi en su integridad por adolescentes y recuerda de algún modo a la violencia incómoda de las películas de Ulrich Seidl sólo que, lo que allí en ocasiones puede ser leído como comedia, aquí nunca se aparta del horror. ER

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