Víctor Esquirol (Festival de Sitges)
1. Bliss, de Joe Begos. Un film en el punto de encuentro entre Panos Cosmatos y Gaspar Noé. La pantalla como un lienzo salpicado por algo que se parece mucho a una obra maestra. La imagen, el sonido y el montaje como droga dura: el cine como fuerza que intoxica.
2. Adoration, de Fabrice du Welz. Un cuento sensorialmente tan mimado, que su belleza llega a lo amenazante. Tiene sentido: el flechazo a partir del ataque de pánico; el amor como fuerza de juventud que enseña la libertad y arrastra a la locura.
3. The Forest of Love, de Sion Sono. 2h½ de caos, furia y exceso. Sion Sono en su salsa; evidentemente genial. Aquí, recupera el mito de Murata-san para que el cine quede como lo que también es: la realización de la voluntad de un demente; la bestia (parasitaria) que llevamos dentro.
4. Swallow, de Carlo Mirabella-Davis. Una de las sorpresas más agradables (e indigestas) de #Sitges2019. Trabajado envoltorio de tontería del primerísimo mundo para hablar de algo universal: la dificultad en asimilar (o purgar) esa porquería que nos mata por dentro.
5. Jam, de Sabu. Una de las películas más estimulantes de #Sitges2019. Un Sabu cercano al Skolimowski de 11 Minutes. Locura gestionada con precisión quirúrgica: vidas, géneros y temáticas cruzadas con un sentido (nervioso, poético) de la coreografía que va más allá de la acción física.
6. Ride Your Wave, de Masaaki Yuasa. Un Yuasa relativamente contenido para una canción de agua y fuego sin miedo a sonar cursi, y que con ello gana en libertad. Sin complejos, cabalga el mar de las emociones románticas de manera sexy, alegre, estilosa…
7. The Halt, de Lav Diaz. Un Diaz punky y coherente. Su viaje al futuro es la denuncia a un presente que recuerda al pasado más oscuro. Por suerte (porque no todo son sombras), nunca desaparece la fe en la luz humana.
8. Extra Ordinary, de Mike Ahern y Enda Lougham. El encanto de la (extra)ordinariez. Qué sorpresa más agradable (y divertida, y entrañable) esté film de fenómenos paranormales con actitud de sitcom. Desternillante clímax final. Imposible no quererla.
9. El hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia. Un film en el que todas sus capas y niveles narrativo-formales resultan gratificantes.
10. Mope, de Lucas Heyne. Película que fracasa (voluntariamente, creo) como comedia… para mancharnos, precisamente, con el fracaso.