En un memorable texto de Jonathan Rosenbaum sobre Nicholas Ray, Caza de brujas de Irwin Winkler y la desmemoria política del cine yanqui, el gran crítico norteamericano aludía a “una tradición todavía imperante (en el cine de Hollywood) de anulación política y omisión, en la que las víctimas de la lista negra merecen nuestra atención sólo en la medida en que acaben desposeídas de sus creencias políticas”. Para Rosenbaum, en Caza de brujas se sugiere que “la lista negra de Hollywood sofocó la crítica social, pero realmente no muestra ningún tipo de crítica social siendo sofocada”. Estos lúcidos comentarios podrían aplicarse con absoluta propiedad a Trumbo, una película que se las ingenia para condenar la lista negra de Hollywood y al mismo tiempo celebrar de forma más o menos velada el espíritu capitalista que subyacía en la persecución anti-comunista. Así, en la nueva película de Jay Roach (director de Austin Powers y Los padres de ella), el mítico guionista Dalton Trumbo se nos presenta como un hombre de familia que consiguió sobrellevar el estigma de la lista negra gracias a su prodigioso espíritu emprendedor, que lo convirtió en un “magnate” de la escritura de guiones clandestinos.
Como apuntaba Rosenbaum, Hollywood sigue neutralizando con eficacia todo rastro de auténtica subversión política o ideológica en sus películas. En Trumbo, el máximo exponente de la ideología comunista, el guionista Arlen Hird, está interpretado por Louis C.K. y su figura es relegada a un plano secundario, más bien anecdótico, mesuradamente testimonial. El centro del relato lo ocupa la odisea profesional de Trumbo y el drama familiar provocado por su desgraciada circunstancia. Trabajo y familia. Así, ante el limitado interés narrativo y formal de esta película académica y didáctica, el cinéfilo/seriófilo puede refugiarse en el notable trabajo de Bryan Cranston, que encuentra finalmente a un personaje cinematográfico de su estatura. Cranston brilla en la piel de un Trumbo que, inevitablemente, nos evoca la figura de Walter White, con quien comparte su determinación y espíritu resolutivo: he aquí un hombre capaz de dejar a un lado los remilgos éticos, e incluso morales, en nombre de la supervivencia y de su propio ego.