Laura Carneros (Festival de Málaga)

El Festival de Málaga cerró su edición número 23 con un palmarés muy repartido y sin mayores sorpresas. Las niñas, de Pilar Palomero, se alzó con la Biznaga de Oro a la Mejor Película, y la de Plata a Mejor Fotografía. Un largometraje que, en cierto modo, había creado expectativas desde que se anunció su participación en la Sección Oficial del Festival, después de pasar por la Berlinale. Un recorrido similar al que realizó la película Verano 1993, de Carla Simón cuando ganó la veinteava edición del certamen. Los Europeos, de Víctor García León, que fue el último de los largometrajes a concurso en proyectarse, entró con fuerza postulándose como otro de los títulos favoritos, pero finalmente no se llevó ningún reconocimiento. La mexicana White summer (Blanco de verano), de Rodrigo Ruiz Patterson, fue otra de las triunfadoras al llevarse tres de los premios principales: Biznaga de Plata a Mejor Película Iberoamericana, Biznaga de Plata al Mejor Guion (Rodrigo Ruiz Patterson y Raúl Sebastián Quintanilla) y Biznaga al Mejor Actor de Reparto (Fabián Corres).

Por su parte, el Maestro Arturo Ripstein se llevó la Biznaga de Plata a la Mejor Dirección, un reconocimiento acorde con su trayectoria y la contundencia de su último trabajo, dado que el realizador mexicano, además, fue homenajeado durante el festival con el Premio Retrospectiva. En El diablo entre las piernas, Ripstein explora la sexualidad durante la vejez a través de una pareja cuya pasión se manifiesta principalmente en la violencia verbal que él le profesa a ella. Y es que “el viejo” (así llama Ripstein al personaje interpretado por Alejandro Suárez), aparte de la visible cojera, adolece de unos celos tan enfermizos que recaen sobre Beatriz (Silvia Pasquel) en forma de maltrato psicológico. En el antiguo caserón de este matrimonio de ancianos sobra demasiado espacio para el aburrimiento. Las palabras de desprecio y los reproches resuenan por los pasillos y las grandes estancias alfombradas, sin más testigos que una joven asistenta, algunos muñecos de anatomía y los retratos de los hijos que Beatriz se empeña en recordar, aunque ya de ella se han olvidado.

El modo en que Ripstein perfila estos personajes resulta fascinante dada la atmósfera que los envuelve. Pese a la crudeza con que “el viejo” trata a Beatriz (en parte porque se siente inútil e impotente y vuelca sobre ella su frustración), hay una belleza en el tratamiento de la imagen y las palabras que subyugan la atención del espectador gracias a una cuidada fotografía en blanco y negro y a un guion de toques surrealistas con humor sarcástico, escrito por Paz Alicia Garciadiego. El conflicto amoroso entre Beatriz y “el viejo” hace que afloren y se muestren de manera natural las inseguridades y miedos propios de la edad de sus personajes: aún desean y sienten pasión, pero no se sienten deseados; aún sienten cariño el uno por el otro, pero llevan tantos años juntos que el rencor y las rencillas se han vuelto crónicas. Es interesante, también, observar cómo Beatriz recibe todo ese desprecio, puesto que ella no se encara con su marido, sino que consiente los insultos y las malas palabras hasta el punto de anotarlas en un cuaderno, dado que le resultan agradables al oído. Esta representación del amor tóxico expone claramente que dos no hacen si uno no quiere, y tanto el opresor como el oprimido están atrapados en un círculo vicioso que no tendrá fin hasta que uno de los dos lo rompa.

De otros amores mucho más sanos, en este caso por la gastronomía, trata el cortometraje I don’t think it is going to rain, dirigido por Adrià Guxens, que ganó la Biznaga de Plata al Mejor Cortometraje en la sección Cinema Cocina. La pieza, rodada en China, sitúa la acción en Shanghái, alrededor de la relación entre un joven y su abuela. El vínculo entre ambos resulta tan entrañable como apetecibles los platos que aparecen. Pues el chico, de buen comer, recibe encantado los manjares que su abuela prepara para él con devoción. También habrá lugar para la reflexión sobre el pasado y el futuro, a través de conversaciones sutiles que surgen sobre asuntos sencillos, como la charla sobre el estado de las aguas de un río cuyo caudal es ahora más turbio que antaño. Con la misma sutileza oriental que emplean sus protagonistas para abordar temas familiares serios, Guxens encuentra el punto justo de sazón en un cortometraje de líneas sobrias.

El mediometraje Furtivo, que pudo verse en la Sección Oficial de Documentales, se sitúa también fuera de España para seguir los pasos de Arges Artiaga, un gallego que decidió dejarlo todo para enrolarse en el ejército. Ahora, tras años de misión en Siria, viaja a Londres, donde pondrá punto final a ese camino que escogió tiempo atrás. El documental, dirigido por Pedro García Campos y Pol González Novell, nos presenta a su protagonista como un hombre normal y corriente, de hábitos sencillos, y que de entrada no encaja con el perfil preconcebido que podríamos tener de un combatiente. Esta decisión de ir dejando que el personaje hable de sí mismo y se defina poco a poco a través de sus vivencias personales y reflexiones supone sin duda un acierto de guion, que enfrentará al espectador con sus propias ideas.

Y hasta el continente Africano, sin salir de territorio español, el protagonista de A este lado del mundo de David Trueba se desplaza para desarrollar un proyecto de ingeniería que hará tambalear los cimientos de su vida personal. Vito Sanz interpreta a Alberto, un hombre que viaja de Madrid a Melilla para llevar a cabo un encargo de dudosa reputación, el cual acepta porque acaba de quedarse en paro. La película, que pudo verse en la Sección Oficial, acompaña los dilemas de este joven ingeniero que, además del reto que supone aceptar la misión que se le otorga en la frontera con Marruecos, se encuentra en un punto de inflexión: acaba de perder a un familiar y su pareja quiere reformar por completo sus planes de futuro. Los personajes femeninos de la película son mujeres que, más que fuertes, resultan autoritarias. Rasgo que contrasta enormemente con el carácter de Alberto, quien no tiene nada claro y además es bastante timorato a la hora de actuar.

En cuanto al título del film de Trueba, “A este lado del mundo”, puede darnos una idea de la perspectiva desde la cual la película expone los hechos, lo que hace que el punto de vista acabe resultando demasiado sesgado, pues no contamos con ninguna historia, ninguna voz de las personas migrantes que saltan la valla. Aunque, por otro lado, los momentos más significativos y brillantes del filme se verán representados sin apenas hablar. Así pues, la risa de Alberto, un abrazo entre amigos, o las palabras mal pronunciadas de un chico emigrante, echarán por tierra toda la palabrería que, en ocasiones, destilan sus personajes. Entre ellos, Nagore (Anna Alarcón), una mujer guardia civil a quien es posible calar desde que aparece por la puerta, pues solo con su arrojo y forma de vestir ya sabemos que su función será tensar las cuerdas del protagonista, totalmente contrario a ella. El personaje, a quien podemos llegar a coger tirria –no solo por su ideología, sino porque en ocasiones llega a resultar cargante dadas las excesivas líneas de guion–, ofrece algún claroscuro pero acaba recayendo en el cliché de “chica mala”. La película, en definitiva, si bien goza de sus mejores momentos hacia el final, adolece de demasiados discursos. Incluso el personaje central, que, como puede deducirse por su personalidad, no es un conversador muy locuaz, tendrá su momento de gloria en una conferencia. Secuencia que termina de poner en evidencia que A este lado del mundo es una película en la que la palabra pesa más que la escenificación de los hechos.

De discursos acalorados, en este caso políticos, trata Partida, largometraje dirigido por el brasileño Caco Ciocler que ha ganado la Biznaga de Plata al mejor documental. El realizador se enrola en un viaje en autobús con su equipo técnico y la actriz Georgette Fadel, que quiere presentar su candidatura a la presidencia en las elecciones de Brasil 2022, tras la decepción que supone para ella el triunfo de Bolsonaro en los pasados comicios. El motivo del viaje es visitar a Pepe Mujica, expresidente de Uruguay a quien Georgette toma como máximo referente político. El formato se presenta como un documental dentro de un documental, puesto que Ciocler y sus compañeros intervienen en algunas discusiones ideológicas que se producen dentro del vehículo. Si bien es muy interesante el contenido del debate que se genera –puesto que no solo encontramos opiniones políticas lanzadas unidireccionalmente, sino que el diálogo da lugar a una sustanciosa contrarréplica–, el tono agresivo de las discusiones y la profundidad de los planteamientos pueden llegar a resultar pesados, y es fácil perder el hilo en determinados momentos, ya que sus protagonistas hablan de temas complejos con una rapidez pasmosa y un tono elevado que llega incluso a ser molesto. El documental juega con la dualidad de comparar la política con el propio oficio de ser actor, que lleva implícita la pura representación teatral y la mentira. Así, poco a poco, Ciocler irá desvelando al espectador algunos trucos que guarda bajo la manga, en un documental que él mismo reconoce no sabe muy bien a dónde se dirige. Es por eso que el título, Partida, juega también con un doble significado: por un lado representa el viaje, la partida de un autobús hacia un lugar que no se sabe muy bien cuál es, al igual que la dirección del propio documental en sí (y por extensión, la política brasileña). Y por otro, toma el nombre que Georgette quiere poner a su “partido”, el cual, ya que estará compuesto presumiblemente por mujeres, se llamará, en la versión femenina de la palabra, “Partida”.