(Imagen de cabecera: El día que volaron la montaña de Alba Bresolí Aliberch)

Laura Carneros (Granada Film Fest)

Si esta crónica fuese un poema homérico no quedaría más remedio que atribuir al destino el hecho de que Magnetic Fields, dirigida por el griego Yorgos Goussis, fuese la película ganadora del 28º Festival de Jóvenes Realizadores de Granada. El film, que podría clasificarse como una road movie (el clásico periplo donde el navío es sustituido por un vehículo de cuatro ruedas), representa a la perfección la filosofía de este festival, que no es otra que mostrar aquellas rarezas encontradas en un viaje de búsqueda constante, más allá de la lucha por la exhibición en primicia de determinados proyectos cinematográficos. Podría decirse que la decisión casi romántica de incluir Magnetic Fields en la Competición Internacional encuentra su validación en el premio Val del Omar, otorgado por el jurado oficial. Aun así, también cabría preguntarse hasta qué punto el jurado (compuesto por Juan Antonio Vigar, María Antón Cabot y Banin Fraile) ha desatendido algunos cantos de sirena que resuenan en torno a la película griega. Ya que, por un lado, el hecho de que la película haya sido seleccionada para representar a Grecia en los Oscar puede aportar cierta ventaja respecto a otros trabajos de menor andadura. Además, es el único film de larga duración dentro de un programa donde predominan los cortometrajes. Es decir: lo que para el festival es una propuesta rompedora que trata de desdibujar la jerarquía habitualmente impuesta por la duración de una obra, para quienes han de emitir un palmarés puede suponer un verdadero dilema.

La Mención Especial del jurado oficial fue para El día que volaron la montaña de Alba Bresolí Aliberch. Al contrario que la película de Goussis, que transcurre en gran medida en la carretera, la propuesta de la realizadora barcelonesa sitúa la acción en Escó, un pueblo del Pirineo aragonés sin más habitantes que los hermanos Guallar, que encaran el futuro con incertidumbre por la inminente construcción de una autopista que atravesará la zona. El corto adopta el punto de vista del más vulnerable a través de la experiencia vital de los tres hermanos, quienes, a medida que se desarrolla la cinta, profundizarán en sus temores y sueños rotos. Este avance de la relación entre la directora (que no aparece en el plano, pero interviene verbalmente) y sus protagonistas propicia una interesante evolución narrativa que cuestiona la percepción que puede tenerse de la vida rural. Y es que lo que inicialmente parece un acto de resistencia al progreso –los tres hermanos son los únicos habitantes del pueblo como consecuencia de un hecho ocurrido hace más de 60 años– acaba revelándose como una historia de resignación ante la imposibilidad de comenzar una nueva vida en otro lugar por la falta de recursos y las dinámicas de un sistema que los condena al destierro.

“Haulout”.

También desde un entorno desolado, Evgenia Arbugaeva junto a Maxim Arbugaev muestran en Haulout un retrato paisajístico del Ártico ruso, cuya atmósfera brumosa funciona como metáfora perfecta. Así, lo que se percibe como un entorno salvaje y onírico ajeno a la acción humana supura pequeñas dosis de realidad que contrastan con la apariencia de relato fantástico. El cortometraje, Premio del Jurado de la Crítica, cuenta con una fotografía preciosista y un montaje pausado que invita a la contemplación sin perder de vista la fiereza del relato documental propuesto por Arbugaeva, una fotógrafa que, con este film, incursiona en lo cinematográfico.

Por su parte, el cortometraje Agrilogistics, de Gerard Ortín Castellví, pone la cámara al otro lado y se centra en la causa, al contrario de lo que ocurre en El día que volaron la montaña y Haulout, que trabajan en torno a las consecuencias de un capitalismo que parece no imponerse límites. En Agrilogistics, la acción tiene lugar en el interior de un invernadero automatizado. El sonido de las máquinas y las cintas de producción juega un papel fundamental en la construcción de la identidad de este film, ya que su realizador apuesta únicamente por el sonido ambiente y busca la invisibilidad del sujeto. Apenas vemos algunas manos que aparecen para precisar trabajos que requieren especial cuidado, o para arreglar las máquinas; y alguna silueta humana perdida entre decenas de robots. En este entorno, que adquiere un clima de ciencia ficción por tratarse de un lugar desconocido por la mayoría, puede observarse que el sector productivo, lejos de mermar, avanza desatendiendo cualquier señal de alerta.

“Agrilogistics”.

Agrilogistics se divide en dos bloques bien diferenciados: mientras que el primero tiene lugar durante el día y registra la actividad industrial, el segundo se desarrolla de noche. Cambia también el lenguaje narrativo, ya que en la primera parte el realizador apuesta por las imágenes descriptivas, algo asépticas, para luego virar el relato hacia lo poético. Este paso de lo inerte a la vida está protagonizado por el cambio a una iluminación intimista y la coreografía que se produce entre algunos animales, las plantas del vivero e incluso alguna máquina trasnochadora.

Sobre algunas formas de rebelarse contra el complejo sistema establecido ―de manera más acertada o no― trata el documental San Simón 62, dirigido por Irati Gorostidi y Mirari Echavarri. El film, que recibió el premio AAMMA a la perspectiva de género, investiga qué fue de la comunidad del Arco Iris, una especie de congregación surgida en los años 80 en un convento de Navarra, a la que acudían jóvenes de toda España buscando experiencias liberadoras tras el franquismo. La comunidad, basada en prácticas y creencias new age, se disolvió casi tan pronto como apareció. Sus integrantes comenzaron a tener problemas a raíz de la repetición de los patrones de la sociedad patriarcal y opresora de la que huían, como la instauración del liderazgo masculino, o el trato discriminatorio que se hacía a las mujeres que se quedaban embarazadas, obligándolas, en algunos casos, a abortar.

“San Simón 62”.

El cortometraje se desarrolla desde una perspectiva personal, que parte de las vivencias que experimentaron las propias madres de las realizadoras dentro de la comunidad religiosa. A través del archivo familiar (diarios, fotografías) como principal materia prima, Gorostidi y Echavarri construyen un camino de búsqueda de la identidad que las llevará también a comprender y conocer el pasado de otras mujeres a través del relato materno.     

Por último, en el marco del festival granadino tuvo lugar el Encuentro con Realizadoras, una de las actividades destacadas dentro de una programación que busca poner en diálogo el cine con otras artes, como la música y la literatura. En esta sesión participaron Carla Simón, Ana Pfaff y Meritxell Colell, que conversaron, en un generoso encuentro, sobre sus procesos creativos y la experiencia adquirida en cuanto a las maneras de producción que han ido encontrando a lo largo de sus años de profesión. Las cineastas destacaron la importancia de trabajar en un entorno en el que la relación entre los miembros del equipo vaya más allá de lo estrictamente profesional y propicie la maduración de los proyectos, en tanto que permita dar un ritmo de producción más pausado sin acotar excesivamente el tiempo de rodaje o postproducción.