A lo largo de su flamante trayectoria –coronada por un León de Oro de Venecia a la mejor película por la magistral Vive l’amour–, el director taiwanés Tsai Ming-liang ha sido criticado repetidamente por hacer “películas lentas”. Como una especie de particular venganza contra semejante incomprensión, Tsai dirigió en 2012 un hipnótico cortometraje de 25 minutos en el que su actor fetiche (Lee Kang-sheng), vestido de monje budista, transita por la calles de Hong Kong a un ritmo alarmantemente pausado, bordeando la quietud absoluta en su lánguido deambular. La película puede verse como una provocación, dado que el corto enervará a los espectadores deseosos de “acción”. Aunque es más lógico entenderla como un reflexivo y fascinante acto de rebeldía: ¿hay algo más trasgresor hoy en día que combatir la compulsión productiva y consumista del capitalismo con unas dosis de genuina lentitud? Walker nos despierta del letargo de velocidad en el que nos sumerge la banalidad del mundo contemporáneo. MY

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