Fernando Bernal (Festival de San Sebastián)

Dentro de una carrera impoluta como la de Terence Davies, muy prolongada en el tiempo y menos abundante en títulos, cada nuevo trabajo supone un verdadero acontecimiento. Y Benediction (2021), con la que el cineasta de Liverpool vuelve a presentarse a concurso en el Festival de San Sebastián, tras hacerlo anteriormente con Sunset Song (2015) y The Deep Blue Sea (2011), confirma las expectativas que siempre genera, con una nueva muestra de su maestría cinematográfica. La película se abre con planos de un teatro. En la platea, entre el público, el poeta inglés Siegfried Sassoon (1886-1967) espera que empiece la representación de una pieza de Stravinski, pero cuando se alza el telón los espectadores (al menos los que ocupamos las butacas frente a la pantalla) descubrimos una sucesión de imágenes de archivo de la Primera Guerra Mundial. Sobre ellas se escucha una voz que lee una carta enviada al Estado Mayor británico en la que un soldado informa de que piensa abandonar el ejército tras pasar trece meses en primera línea de combate.

Son las palabras que escribió el propio Sassoon, cuya convulsa biografía es el material que Davies moldea en su nueva película. Palabras que evocan la decepción motivada por una guerra a la que el poeta acudió, junto con su hermano, movido por unos ideales de liberación y que acabó convertida en una masacre brutal por los distintos gobiernos implicados. Para Sassoon, aquella contienda será un recuerdo que le atormentará de por vida. Por su parte, las autoridades consideran la postura antibelicista del joven como el fruto de una “crisis nerviosa” y deciden ingresarlo en una institución para tratar su supuesta dolencia, que no es más que una decisión vital frente a la sinrazón de la guerra, un tema recurrente en el cine Davis. En este lugar, Sassoon afronta por primera vez cuestiones relacionadas con su intimidad y comienza a cuestionarse su sexualidad, mostrando su deseo por otros hombres. Se trata de una doble evasión, primero abandona el ejército y luego deja atrás sus propias ataduras morales.

En este punto, justo cuando se produce la liberación del deseo por parte de su protagonista, Davies comienza a pulir las aristas de un biopic que acepta ciertas convenciones del género pero que se acopla a la perfección a las preocupaciones temáticas y formales que acompañan a su cine. Al igual que sucedía con Historia de una pasión (2016), la biografía de Emily Dickinson, Davies se fija aquí en una figura real para exponerse a sí mismo, con sus habituales sutileza poética y visceralidad expresiva, como persona y artista, canalizando a través de otro sus pensamientos, angustias, miedos y reflexiones. Sassoon –interpretado en dos momentos temporales distintos por Jack Lowden, que carga de una manera absolutamente convincente con el peso del relato, y Peter Capaldi, que asume el rol en su vejez– es un personaje diletante, seguro de sí mismo como poeta, que busca sin suerte el amor de una manera romántica, y que soporta el peso de vivir en una época en la que la sociedad condenaba a los homosexuales a vivir en la sombra.

Davies consigue penetrar en la intimidad de su personaje, un ámbito en el que encuentra razón de ser gran parte de su cine, refugiándose en los interiores, recurriendo en varias ocasiones al material de archivo y rompiendo con una estructura cronológica. Los constantes encadenados para dar paso a elipsis y saltos temporales, acompasados en ocasiones por los movimientos de cámara, son los elementos narrativos con los que construye un relato en el que están muy presentes los temas del pasado y la memoria que tanto interesan al autor de Voces distantes (1988). Así, a través de su personal acercamiento a la figura de Sassoon, Davies compone un nuevo capítulo de su obra, sin duda, una de las más importantes del cine contemporáneo.