¿Cómo tumbar un arte que es totalmente autónomo? “Esta es la historia de mujeres que oían música dentro de sus cabezas”, arguye la voz de Laurie Anderson al principio de Sisters with Transistors, de Lisa Rovner. La poeta y cantante se refiere a aquellas mujeres que, a lo largo del siglo XX, tomaron el único territorio que los hombres no habían invadido todavía en el campo de la música y se hicieron con cables, teclados y sonidos venidos de otro mundo. Fueron las pioneras de la electrónica, un género profundamente queer en tanto que elemento disruptivo. Suzanne Ciani, Pauline Oliveros, Daphne Oram, Laurie Spiegel… Ellas perturbarían las quietas aguas de un sistema que primero las miró como auténticos fenómenos de feria y, para cuando hubo fagocitado los signos de modernidad que sus composiciones ofrecían, las abandonó al olvido de la Historia. De Sisters with Transistors destaca su inteligencia, en materia de puesta en escena, al mezclar imágenes y voces radicalmente dispares (grabaciones provenientes de generaciones y emplazamientos remotos) para proponer una conversación entre las mujeres del pasado y las del presente. A través de la palabra, y mediante un montaje interesado, el cine también permite crear comunidad.

Aunque el corazón de Sisters with Transistors cabe buscarlo en la fascinación, compartida por todas las mujeres del film, para con un fenómeno cuya naturaleza profunda no pueden destripar. ¿Cómo comprender verdaderamente que un 0 y un 1 pueden convertirse en una nota que nos mueve hasta las lágrimas? Todas sopesan maravilladas el carácter inefable de un mundo de sonidos que apenas logran dominar. En el último plano de la película, una de las artistas se abandona, con los ojos y puños cerrados, a la escucha de una sostenida melodía electrónica. Cuando la música muere, se dirige a cámara y suelta una breve carcajada incrédula. A falta de palabras, buena es la risa.

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