Página web de INTERSECCIÓN – Festival Internacional de Cine de La Coruña (17-22 de octubre).
EL AUGE DEL HUMANO 3 | Eduardo Williams | Argentina, Portugal, Países Bajos, Brasil, Taiwán, Hong Kong, Sri Lanka, Perú | 2023 | 121 min.
En el año 2016, se producía el advenimiento de El auge del humano de Eduardo Williams, una película esencial para comprender la relación entre la imagen digital y el mundo contemporáneo. Segmentado en tres bloques, que transcurrían en Argentina, Mozambique y Filipinas, el film engarzaba una noción contemplativa del cine etnográfico con una audaz reflexión sobre la desterritorialización de la experiencia humana en el siglo XXI. Filmada en largos planos secuencia, El auge del humano alcanzaba sus cénit expresivo y teórico en las transiciones entre sus bloques, que acontecían a través de una pantalla de ordenador (para ir de Argentina a Mozambique) y mediante un plano subterráneo, a través de un nido de hormigas (que trasladaba al espectador de África al Sudeste asiático). Así, el planeta devenía un terreno de juego globalizado por el que transitaba una juventud marcada por la precariedad y la persistencia del deseo de vivir.
Ahora, siete años después, llega por fin El auge del humano 3, tercera entrega de una trilogía sin segunda parte. Y cabe decir que la espera ha valido la pena, en cuanto que este nuevo film incorpora sorprendentes novedades al planteamiento del anterior. Para empezar, ya no existe una evidente estructura por bloques, pese a que la acción vuelve a transcurrir en tres localizaciones diseminadas por el planeta y alejadas del eje angloeuropeo; en este caso, Sri Lanka, Taiwán y Perú. Lo crucial es que, en El auge del humano 3, la “transición” entre diferentes enclaves es substituida por una cierta “confusión” o “difuminación” geográfica. Los escenarios, tanto los naturales como los urbanos, se asemejan los unos a los otros, en lo que podría leerse como una alusión a la idea de globalización, pero sin connotaciones necesariamente negativas. Así, después de cada corte de montaje, el espectador no sabe muy bien en qué continente está. Un extravío que se ve acrecentado por el hecho de que los personajes van circulando de forma aparentemente arbitraria por las diferentes naciones que recorre la película. Este crítico experimentó un fuerte shock al descubrir un letrero de la Municipalidad Distal de Punchana, en Perú, en un largo plano protagonizado por dos jóvenes ceilaneses. De hecho, esta escena termina con uno de los personajes diciéndole al otro: “No recuerdo dónde nos conocimos”. En El auge del humano 3, como ocurría en Inland Empire de David Lynch, el “dónde” ya no parece tener relevancia en un mundo gobernado por coordenadas resbaladizas.
Fascinado por la maleabilidad de la imagen digital, Williams encuentra un modo ejemplar de emparentar el fondo y la forma de su nueva película. A la profunda deslocalización geográfica que vehicula el film le responde un poderoso descentramiento estético. Y es que las imágenes de El auge del humano 3 se presentan como estampas expansivas –postales sin núcleo y sin punto de fuga– que pueden ser recorridas con libertad. Williams conquista este hipnótico logro plástico empleando un dispositivo de filmación formado por ocho lentes que abarca un amplísimo rango de visión, más allá de lo que solemos entender por “gran angular”. Lo que se ve en la pantalla es una suerte de versión aplanada, en 2D, de una imagen de realidad virtual. Un dispositivo experimental, provisto de un extrañamiento inherente, al que se suman otros resortes procedentes del detritus digital, del glitch a las deformaciones que aparecen al ensamblar diferentes imágenes dentro de un encuadre.
En El auge del humano 3, la cámara de Williams parece querer abarcarlo todo, pero al mismo tiempo retrata una realidad específica: la cotidianidad de unos jóvenes que viven en los límites de la marginalidad. Evitando caer en el paternalismo, la película acompaña a sus jóvenes protagonistas hasta sus humildes moradas –casas pobres o chabolas– y se entrega junto a ellos a un deambular sin rumbo. Sin embargo, en este escenario con visos de distopía precaria, hay lugar para la utopía festiva y vitalista. En uno de los clímax estéticos de El auge del humano 3, la cámara adopta una perspectiva elevada y observa a un grupo de jóvenes retozando en una charca bajo el bello resplandor del atardecer. A la postre, El auge del humano 3 encuentra su rumbo aferrándose al movimiento permanente. En un plano antológico de 11 minutos, El auge del humano 3 invita a observar, sin premura alguna, el tránsito de un mono por un frondoso paraje selvático. La pausa del momento invita a recordar el cine de Apichatpong Weerasethakul. Pero, entonces, la siempre imprevisible cámara de Williams inicia una rotación circular, a la manera de La région centrale de Michael Snow, generando una perspectiva inmersiva e hipnótica del entorno natural. Un pletórico y fluido viaje estético que se tensa cuando un zoom digital convierte las copas de unos árboles en una frenética y ruidosa espiral de píxeles, una cacofonía audiovisual que remite al apoteósico final de la película 11 minutes de Jerzy Skolimowski. Así es como El auge del humano 3 conquista su elevada estatura fílmica, navegando entre la belleza de lo natural y el magnetismo de lo artificial, entre la miseria y la alegría, entre la concreción de una realidad todavía figurativa y el caos abstracto del mundo digital. Manu Yáñez
CONTADORES | Irati Gorostidi | España | 2023 | 19 min.
El cortometraje Contadores de Irati Gorostidi transcurre en 1978 y lo protagoniza un grupo de obreros del metal que reniegan del convenio que ha firmado el sindicato con la patronal y quiere reivindicar sus derechos. El film se presenta como la crónica de dos momentos, una noche en la que un grupo de trabajadores está redactando un panfleto de protesta, y la mañana siguiente, cuando los obreros se reúnen en asamblea para decidir si firman lo pactado o continúan con su lucha para reivindicar mejores condiciones laborales, y escapar así del control que tratan de ejercer sobre ellos tanto empresarios como sindicalistas.
Aprovechando la textura que ofrece el celuloide, y cómo este encaja con las (pocas) imágenes estáticas de archivo que la cineasta vasca incorpora en su relato, Contadores deviene un ejercicio de corte casi documental, interpretado por actores no profesionales, que utiliza el registro de ficción para levantar testimonio de un hecho histórico que queda fuera del recuerdo. Como medio de recuperación de la memoria de toda una generación, de sus preocupaciones y también de su desconcierto, Contadores conecta con el trabajo planteado por Luis López Carrasco en sus largometrajes. En este caso, Gorostidi (que cuenta con el trabajo de fotografía de Ion de Sosa) busca la visibilidad de los activistas que lucharon durante la Transición y a los que la historia ha negado oficialmente su protagonismo. Fernando Bernal
ALAS/TIERRA | Maddi Barber | España | 2022 | 10 min.
En los primeros compases de Alas / Tierra, la cámara de la cineasta navarra Maddi Barber recorre en sentido descendente (o ve pasar de manera ascendente) tres estampas de un mismo paisaje montañoso sobre el que se va perfilando una puesta de sol. La imagen activa un proceso autorreflexivo, dado que el recorrido por las fotografías evoca el paso de los fotogramas a través de un proyector cinematográfico. Se trata entonces no solo de ver, sino de cuestionar, de intentar comprender qué mecanismos se ocultan tras el retrato del escenario natural. Un cuestionamiento que, inevitablemente, pone en primer plano el rol que juega la presencia humana en el devenir de la naturaleza. Para abordar esta cuestión, Barber acompaña a un grupo de personas en una expedición nocturna por un escenario campestre. En un momento sobrecogedor, la mano de un hombre, iluminada por una linterna, posa una pluma sobre un suelo de hierbas silvestres. La delicadeza del gesto trae a la memoria el inolvidable trabajo de la argentina Jessica Sarah Rinland en torno al conservacionismo en Black Pond. Sin embargo, la mirada de Barber, que tiene el mérito de renegar del didactismo para abrazar un discurso de corte poético, descarta todo romanticismo para adoptar una óptica más analítica y distanciada, interesada por la cara más tensa de la relación del ser humano y la naturaleza.
Alas / Tierra transita de lo nocturno a lo diurno, pero en ningún momento se aleja de su fuente de inspiración: el poema “Esta es la mano que cuida” de la veterinaria y escritora María Sánchez. Mientras las manos de unos hombres estudian el cuerpo inerte de un felino salvaje, la banda de sonido recoge palabras cargadas de rotundidad (“abordamos el ecosistema, alteramos el orden”) y misterio (“especies invasoras, dañinas, inalcanzables”). En el recitado en off, se evoca una cosmovisión en la que lo científico se hermana con un credo de tintes religiosos, manifestando esa arrogancia característica con la que los humanos tendemos a relacionarnos con lo natural (un tipo de violencia que Barber analiza con el mismo ahínco del que hacen gala los cortometrajes de Gerard Ortín Castellví). Con su tono meditativo, que invita a la introspección, Alas / Tierra propone un feliz punto de encuentro entre lo conceptual, lo ensayístico y lo poético, un lugar desde el que pensar nuestra relación con los ritmos de la naturaleza y con la naturaleza de las imágenes. Manu Yáñez