En <3, María Antón Cabot nos hace pasar un día entero en uno de los lugares de encuentro más célebres de la capital española. En el Retiro, el sol calienta y el viento mece suavemente el follaje de los árboles. Al oír esto, una joven no puede parar de pensar en follar. Lo confiesa sin pudor alguno, delante de la cámara, pero de espaldas a ella. Para descubrir su cara, tenemos que esperar a que ésta aparezca en la pantalla de un smartphone que, momentos antes, había llevado el test de Rorschach a aquellos territorios del subconsciente que hasta no hace mucho se guardaban con suma vergüenza. Ahora, por suerte, no. La joven muestra imágenes de piezas de bisutería, de bocas, y de fondos de gotelé en los que ella ve símbolos fálicos, insinuaciones vaginales y figuras femeninas en pleno éxtasis multiorgásmico.

Antes de esto, la pantalla nos hipnotiza con una combinación imposible de colores y formas: una secuencia renderizada por ordenador muestra lo que parecen ser sendas policromáticas de humo, que se van entrelazando y se deshacen… mientras se crean de nuevo. Imágenes artificiales mezcladas con un sonido ambiente natural. Estímulos confrontados pero complementados recíprocamente. Igualmente sugerentes, vaya. Como en las mejores historias de amor. Así se presenta <3, documental no siempre enclaustrado en los límites de la no-ficción, y en el que su directora se propone plasmar todas las formas (y formatos) con que se manifiesta el amor en los tiempos de Tinder. El escenario (clara evidencia de que en la era de la sobreexposición en redes sociales, la intimidad ha pasado a ser un bien de dominio público) juega un papel fundamental en dicha investigación. No sólo sirve como catalizador de la aglomeración social (elemento primordial para asegurar una muestra lo suficientemente representativa), sino que también proporciona una serie de fugas que dotan al conjunto de un carácter orgánico. Así deambula María Antón Cabot por el Retiro madrileño, como Claire Simon por los Bosques de Vincennes parisinos. El título de aquel referente probable (Le bois dont les rêves sont faits, o El bosque donde surgen los sueños) es también premonitorio.

El observador/espectador se presta a ser observado, y se mimetiza de paso tanto con el objeto de estudio como con el lugar que ocupaba, en una muy coherente muestra de empatía emocional (a partir de la espacial). El amor ya tiene esto. La piel renuncia así a sus propiedades impermeables, y se potencian así los efectos transmisores del contacto humano. Tanto en sus tramos más formularios (construidos a base de entrevistas delante de la cámara, en las que la directora luce un muy reivindicable gusto por hacer hablar) como en sus momentos de escape filo-onírico, <3 se muestra siempre como un objeto cinematográfico que se siente a gusto en las distancias cortas. En la cercanía. Juventud desde la juventud. Conocimiento de causa por derecho natural. Confianza ilimitada a la hora de lanzarse a explorar y experimentar con esa misma fuerza incontrolable. El argentino Teddy Williams, autor de la fundamental El auge del humano, anda por esos mismos parques. Al final, se cerró el círculo con una última mirada al espejo que, sorpresa, no devolvió el reflejo esperado. Narcisismo y fijación por el otro en un solo gesto: es la relación (de amor, claro) que mantenemos con esa entidad (la cámara, la pantalla) que todo lo capta… que todo lo deforma.