El fantástico caso del Golem, dirigida por el colectivo Burnin’ Percebes, que forman Juan González y Fernando Martínez, es, más que un soplo de aire fresco, un baño de sangre recién desparramada. Caracterizada por el habitual humor absurdo que gastan sus directores, la película mantiene el espíritu gamberro e innovador de trabajos como La reina de los lagartos o Searching for Meritxell. Eso sí, parece que la experimentación visual y la estética amateur ya forman parte de la historia de los Burnin’ Percebes, lo que, además de una evolución espiritual como realizadores (evolución no a mejor ni a peor, sino en cuanto a capacidad de probar lenguajes diferentes), denota que también hay mayor presupuesto. ¿Se puede considerar eso un signo de madurez? Quizá sí para quienes deben perfilar la Sección Oficial de un festival (como el de Málaga) donde el riesgo siempre tiene que encajar, de algún modo, dentro de unos estándares.

Esta rebeldía contenida en una estética muy pulcra y ochentera (Almodóvar, por muy obvia que parezca la referencia, se aparece como santo patrón) salva su viraje hacia la comedia pastel con dosis de irreverencia escatológica y humor desembarazado. La presencia de Brays Efe (Paquita Salas) como protagonista imprime a la película el sello particular del actor, cuya sola presencia parece aportar a su personaje, Juan, los rasgos de una generación infantilizada de la que nadie espera nada. Y es que Juan podría definirse como un joven hedonista declarado inepto (desde su niñez) por su propio padre. A la postre, pese a la temática fantástica y el tono absurdo, la película consigue tomar tierra dada la universalidad de sus personajes, los cuales no son más que pobres fracasados que engañan a la soledad con ídolos de barro.