En la edición de 2018 del Festival Zinebi, la cineasta alemana Luise Donschen sorprendió gratamente con su ópera prima, Casanovagen, un acercamiento tangencial al mito de Casanova, a las políticas de género y a las formas del deseo. En su nuevo trabajo, el cortometraje Entire Days Toghether, Donschen vuelve a demostrar su interés por una escritura fílmica alusiva, fragmentaria, más interesada en el merodeo en torno a una serie de interrogantes que en la instauración de respuestas. Puede que Entire Days Together proceda de un modo más narrativo que Casanovagen, dado que la “trama” se construye alrededor de un personaje ficcional: una joven que está dejando atrás su epilepsia y que, ante el inicio de las vacaciones estivales y el previsible ingreso en una nueva escuela, empieza a descubrir otras realidades. Sin embargo, este atisbo de relato es apenas un esqueleto translúcido sobre el cual la película construye su sustancia elíptica, formada por postales esquivas de situaciones y lugares que apuntan hacia múltiples temáticas: la convivencia con la enfermedad (el film transcurre mayormente en un centro de atención para jóvenes con dolencias neuronales), la pertenencia a una comunidad, el despertar romántico, el descubrimiento de un horizonte de libertad…
Todas las vetas temáticas de Entire Days Together toman forma gracias al delicado sentido de la observación de Donschen y a la elegancia compositiva de la directora de fotografía Helena Wittmann, que en Zinebi 2017 presentó la extraordinaria Drift. A través de un diálogo estético permanente entre la simetría y el descentramiento, Entire Days Together se desmarca del acercamiento psicológista a los personajes para buscar una cierta esencia humana en sus actitudes y gestos. En este sentido, cabe destacar la presencia fascinante y enigmática de la actriz Miriam Stoney, que ofrece ante la cámara una lectura extremadamente interiorizada de los miedos y anhelos de la adolescencia. Atentando contra todo subrayado, apuntando hacia un quietismo que (paradójicamente) alienta la expresividad del gesto, Stoney consigue capturar esa apatía característica de los jóvenes que empiezan a abrirse a un mundo de desprotección y nuevas posibilidades.
Tomando como frágil eje estructural la odisea de la “protagonista”, Entire Days Together va perfilando varios desplazamientos paralelos: de la aflicción de la enfermedad al territorio de la alegría y los juegos, de la reclusión médica a la exuberancia de los espacios naturales. Además, los escasos diálogos alimentan el misterio de una película en la que resuenan los ecos de la obra de la también alemana Angela Shanelec. En una escena particularmente enigmática y resonante, la voz de un médico apunta que la paciente tendrá síntomas mientras duerma pero no cuando esté despierta. Vigilia y sueño, realidad e ilusiones, la vida conocida y la vida por conocer. Todo ello enmarcado en una obra que combina la vocación conceptual con un incuestionable aliento poético.