Manu Yáñez (Festival de Cannes)

En un futuro cercano, el pueblo de Bacurau –situado en el árido corazón del sertão de Pernambuco, al noreste de Brasil– llora la muerte de su nonagenaria matriarca. Días más tarde, los habitantes del poblado advierten que están siendo atacados por un escuadrón de misteriosos extranjeros. Así, situándose entre la distopía marciana, el cine de aventuras y el western con espíritu de serie B, Kleber Mendonça Filho (el cineasta brasileño más prominente de la última década) se asocia con su productor y ahora codirector Juliano Dornelles para expandir su universo expresivo más allá de los dramas urbanos de Sonidos del barrio y Doña Clara. Aunque, pese al cambio de escenario, cabe decir que en Bacurau (que ahora se estrena en Filmin) la mirada de Mendonça Filho sigue centrada en la lucha por la subsistencia y la dignidad de unos protagonistas enfrentados a la inclemencia de los poderosos. En la siguiente entrevista, realizada en el Festival de Cannes de 2019, donde Bacurau se alzó con el Premio del Jurado, los directores del film ofrecen algunas claves de su rabiosa exploración de la cara más política del cine de género.

¿A qué hace referencia la palabra bacurau, además de ser le nombre del poblado en el que transcurre su película? En algunas entrevistas de Doña Clara, Kleber hacía referencia al hecho de que el bacurau es como llaman en algunas partes de Brasil a los últimos autobuses de línea.

Kleber Mendonça: En las primeras versiones del guion, la película se abría con Teresa (Bárbara Colen), la mujer a la que acompañamos al principio del film, corriendo junto a un grupo de gente para coger un autobús. Y sí, bacurau es una palabra del argot brasileño con la que nos referimos al último autobús de línea regular, que suele salir hacia la 1 de la madrugada. Cuándo éramos jóvenes, años antes de que existiera uber, todos corríamos en busca del bacurau. Luego, el bacurau también es un pájaro brasileño muy peculiar e interesante, porque siempre se está escondiendo y solo se deja ver, ocasionalmente, por las noches. Es una actitud bastante parecida a la de la comunidad que protagoniza nuestra película. Por ejemplo, cuando aparece el alcalde de la ciudad, todos se esconden en el interior de sus casas.

También he leído que el guion de Bacurau fue escrito antes que el de Doña Clara.

K.M.: Sí, la idea era hacer Bacurau antes que Doña Clara, pero el guion de Doña Clara llamó la atención de algunos productores y, al ser una película más barata, se terminó haciendo antes.

Juliano Dornelles: Trabajamos en el guion de Bacurau durante diez años. Ha sido un proyecto difícil de sacar adelante. Es divertido como la prensa brasileña se refiere a nuestra película como un ataque a la política de Jair Bolsonaro, como si hubiésemos hecho la película en tres meses. La realidad es que llegar a hacer una película de dos horas toma su tiempo.

K.M.: Terminamos de rodar la película exactamente hace un año, y por aquel entonces la posibilidad de que Bolsonaro se convirtiese en presidente era irrisoria. De todos modos, el cine siempre suele conectar con la realidad de maneras misteriosas.

¿Qué les impulsó a contar la historia de una pequeña comunidad del Brasil rural que es amenazada por fuerzas externas?

K.M.: Queríamos dirigir un western de aventuras muy cañero sobre el modo en que las instancias del poder se infiltran hasta en los lugares más remotos. Y, claro, si piensas en el poder, es inevitable pensar en los Estados Unidos. También queríamos hacer una película que rindiera homenaje a las películas que nos gustan. Y también debo reconocer que el éxito internacional de Doña Clara incitó mi ambición de embarcarme en una producción más grande. En comparación con las películas de Hollywood, Bacurau puede parecer un film humilde, pero para los estándares del cine brasileño una producción de dos millones de dólares no es poca cosa. Quería hacer un tipo de película de género que no suele hacerse en Brasil, aunque el imaginario brasileño está por todas partes en la película: sus tensiones, sus contradicciones.

J.D.: Con Bacurau hemos querido hacer justicia a una gente que parece no tener lugar en el cine brasileño contemporáneo. En el año 2009, presentamos en un festival en Brasilia un cortometraje dirigido por Kleber y producido por mí titulado Recife Frio. Allí vimos un montón de documentales que presentaban la realidad del Brasil rural desde una perspectiva exotista. En nuestro país existe una cierta tendencia a abordar la marginación y la pobreza a través de documentales bienintencionados pero muy paternalistas, cuando no directamente miserabilistas. Con Bacurau hemos querido invertir los términos de esa ecuación. En nuestra película, es la gente del Brasil rural la que mira con desdén la arrogancia y simpleza de la gente urbanita.  

K.M.: La cuestión es que nosotros somos de Recife, al noreste de Brasil. Hay una enorme brecha cultural entre el noreste y el sur del país, donde están Río de Janeiro y Sao Paulo, donde está el dinero. Con Bacurau, hemos querido representar la fuerza y dignidad de nuestro pueblo sin caer en el paternalismo, y también hemos querido retratar las tensiones internas del país. Me interesan mucho los dos personajes brasileños que van en motocicleta y que colaboran con los agresores extranjeros. Esos personajes están basados en mis lecturas sobre la invasión de la Unión Soviética por parte de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En ciertas zonas, por ejemplo en Ucrania, surgieron grupos de gente que colaboraron con los nazis y que tuvieron un rol muy siniestro en la guerra.

La película contiene un festín de referencias cinéfilas. Podrían hablar un poco de la relación de Bacurau con la historia del cine.

K.M.: En mi caso, el referente de John Carpenter es ineludible.

J.D.: Las referencias son tantas que no sabría por donde empezar. Escribimos el guion de esta película en ocho meses y siempre que nos bloqueábamos nos poníamos una película para inspirarnos. Recuerdo que nos impactó muchísimo Los compañeros (1970), el spaghetti western de Sergio Corbucci con Franco Nero y Tomas Milian.

K.M.: Sí, nos inspiró la suciedad y rudeza de ese western. Además, con Bacurau, hemos querido subvertir el orden natural de la mayoría del cine que se hace, en el que los héroes suelen ser americanos blancos. En nuestra película, los americanos son los invasores, los responsables de las mayores atrocidades.

J.D.: Para completar esta reflexión, debo decir que nos hemos esforzado por no mostrar a los americanos como ellos suelen hacer con los indios en los westerns. En los westerns yanquis, los indios suelen aparecer de lejos, entonando gritos de guerra. Nosotros mostramos a los villanos americanos de cerca. Les escuchamos. Les ofrecemos un lugar en la película.

La caza de humanos, que está presente en su película, es una idea recurrente del cine distópico. ¿Cómo se les ocurrió jugar esa carta en la película?

K.M.: Por terrible que parezca, tal como va el mundo, no me parece tan descabellado pensar que algo así pudiese ocurrir.

J.D.: Leímos un artículo sobre soldados que, en Afganistán, empezaron a competir para ver quién mataba a más enemigos.

K.M.: Pero eso no es nada nuevo. Solo hay que pensar en lo que ocurrió en el Congo belga, en la Guerra de Bosnia, con Hernán Cortés en México. En el caso de Bacurau, durante la escritura del guion, tuvimos mucho cuidado a la hora de no revelar las intenciones específicas del escuadrón yanqui. Hay ciertas pistas, pero son contadas. Están las órdenes que recibe el escuadrón a través del sistema de radio. Podríamos haber montado un set en algún lugar de San Francisco o Oklahoma, pero lo de la radio era infinitamente más barato (risas). Pero debo decir que la violencia de la presencia extranjera en Brasil ha tomado muchas formas a lo largo de nuestra historia. Recuerdo que en los años 80 y 90 en Recife, que es una ciudad costera, era muy habitual ver a turistas alemanes y holandeses que iban allí para estar con chicas muy, muy, muy jóvenes. Era chocante verlos en la playa o por las calles de la ciudad paseando de forma totalmente impune tomados de la mano con esas niñas. No me atrevería a decir que esto inspiró Bacurau, pero es una experiencia personal que marcó mi visión del mundo.

Diría que la presencia de Udo Kier en la película, como el líder del escuadrón de villanos, acentúa la dimensión trash de su película.

J.D.: Adoramos a Udo. Es el mejor.

K.M.: Conocí a Udo en un festival en Palm Springs, que es donde él vive. La persona que me hacía de guía en el festival me preguntó si quería conocer a Udo Kier. Le dije que sí, claro. Me llevaron hasta él. Llevaba puesto un traje de color violeta. Mi guía le dijo: “Udo, aquí hay un director brasileño al que le gustaría conocerte”. Udo se giró y, sin venir a cuento, dijo: “Yo nunca fui el amante de Fassbinder” (risas). Es la presentación más rara que he vivido y viviré en mi vida. Udo es un hombre extraordinario, muy gracioso y muy comprometido con lo que hace. Me parece emocionante la intensidad que transmitió a su personaje en Bacurau.