Para los que esperaban de Francofonia una suerte de “secuela” de El arca rusa llevada al Museo del Louvre de París, la nueva maravilla de Alexandr Sokúrov –una obra más próxima a sus tentativas “elegías” documentales que a sus rotundas ficciones– puede suponer una pequeña decepción. Planteada como un inquieto ensayo fílmico que reflexiona sobre la historia y el presente de Europa –representada por el eje franco-alemán–, Francofonía presenta un fluido magma de imágenes de archivo, recreaciones históricas y escenas documentales que acercan al espectador al corazón del Louvre: “Quién necesita a Francia sin el Louvre”, sentencia la voz en off del director de Madre e hijo.
Situándose de forma explícita como el narrador y haciendo gala de una exuberante libertad formal, Sokúrov se alinea aquí con el cine reciente de Jean-Luc Godard. Más concretamente, el director de Faust juega con las imágenes (digitales) de un barco a la deriva que transporta valiosas obras de arte y que simboliza el desconcierto de la Europa actual, como ocurría en Film Socialisme. El cineasta ruso se muestra particularmente interesado por la relación que entablan Jacques Jaujard, director del Louvre en el momento de la caída de Francia a manos de los nazis, y el conde Franz von Wolff-Metternich, responsable nazi de la protección de las obras de arte del “enemigo”. La colaboración entre ambos para salvar el fondo artístico del Louvre se presenta como un acto heroico, aunque Sokúrov no se corta un pelo a la hora de enviar dardos al chauvinismo francés –golpeado por su sometimiento al invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial– y al orgullo alemán –“¿Cuándo ha ganado Alemania algo?”, afirma en tono de provocación el autor de Moloch–. Entre la didáctica lección de historia, el sublime ensayo sobre arte –Sokúrov inyecta un aura mágica a la galería de retratos del Louvre– y el discurso ideológico, Francofonía se erige en una emotiva oda a la riqueza cultural europea, un canto que no oculta el desencanto ante un presente catastrófico.