Con su imaginario desangelado y su aura depresiva, la segunda película de Desiree Akhavan tras Appropriate Behavior podría verse como una humilde heredera de La tormenta de hielo, la película con la que Ang Lee diseccionó sin nostalgia, y a partir de la novela de Rick Moody, el malestar e hipocresía de la América de principios de la década de 1970. La acción de La (des)educacion de Cameron Post transcurre dos décadas más tarde, pero el conservadurismo de la era Nixon sigue imponiendo su ley. En este contexto ideológico, Akhavan propone un retrato crudo y sigilosamente terrorífico de un centro donde se “desintoxica” a jóvenes gays y lesbianas. Cuando, a su llegada a God’s Promise, la heroína del film (una solvente Chloë Grace Moretz) se topa con un trasunto del bigotudo Flanders de los Simpson cantando, guitarra en mano, una oda al Señor, resulta difícil no percibir un guiño caricaturesco. Sin embargo, el angustiado retrato posterior de ese infierno de adoctrinamiento pasivo-agresivo apunta a una reformulación en clave indie de las fábulas sociópatas de Yorgos Lanthimos (de Canino Langosta). En la perversa reformulación lingüística de La (des)educación…, a los pacientes se les llama “discípulos”; a la fascistoide conversión sexual, “reajuste”; y a la homosexualidad, “confusión de género”, “lucha contra el pecado” o “SSA-Same Sex Attraction”.

Aliñada con pasajes impresionistas que recuerdan al cine etéreo y melancólico de Sofia Coppola, La (des)educación… se muestra ansiosa por recoger el testimonio del padre de la teen movie sentimental, John Hughes, y peca de una cierta multiplicidad de clímax emotivos y monólogos resabidos (“quizá, cuando eres adolescente, se supone que debes estar a disgusto contigo mismo”, afirma un personaje). Tampoco ayuda al conjunto que el desarrollo dramático del film se asemeje a una terapia psicológica por fases: de la “resistencia”, se pasa a la “aceptación”, de la “confrontación” al “derrumbamiento”… Un guion telegráfico que, en todo caso, no consigue alterar la sensación de que la directora sabe situarse a la altura de sus protagonistas, abrazándolos en su lucha contra una tormenta de fuego autoritario y represor.