(Imagen de cabecera: Dark Light Voyage de Tin Dirdamal)

Júlia Gaitano i Mendizabal (L’Alternativa, Barcelona)

Seguramente, nos habrá pasado a todas en algún momento de nuestra vida: recibir una noticia que supera nuestra capacidad de asimilación, sentirnos sofocadas tras tener una discusión sin sentido, vernos atrapadas en unas circunstancias emocionalmente inasumibles. Y, en ese momento, sentir que la única salida posible es ponerse en itinerancia. Sea una escapada de unas horas para desahogarse, o de unos días para desaparecer, dentro de una se ha generado la necesidad de salir del espacio cerrado en el que no podemos digerir la situación, ni entender o decidir cómo gestionarla. En uno de esos trayectos coyunturales se enmarca la pieza del mexicano Tin Dirdamal, ganadora del premio a la Mejor Película de la Competición Internacional del Festival de Cine Independiente L’Alternativa, un galardón compartido con Esquirlas, de Natalia Garayalde. Dark Light Voyage perfila la aventura que se impone Dirdamal para escapar de sus cavilaciones o, justamente, para encerrarse en ellas.

Ese “viaje de luz oscura” que realiza el cineasta a bordo de un tren vietnamita deviene el segundo de los cuatro films de una tetralogía titulada Light and the Beginning of Future. En ella, el realizador mexicano amolda su obra a las reglas del llamado dogma Hanoi, que estipula que el equipo de grabación solo puede estar formado por una persona y que la vida del proyecto debe ser de dos años, entre una lista más larga de condiciones creativas y de exhibición. Por suerte, nos encontramos dentro de esta ventana de tiempo, y la pieza se ha podido ver en las salas de L’Alternativa y podrá recuperarse por un corto período de tiempo en la plataforma de VOD Filmin, el próximo 3 de diciembre. En cuanto al equipo, puede sorprender encontrar como realizadora, junto al nombre de Tin Dirdamal, a Eva Cadena, sobre todo porque pareciera que, justo cuando se acaba de convenir un marco de normas, el director decide saltárselas. O así sería si no se diera el caso de que Eva es la hija de 8 años de Dirdamal, y que su acreditación como codirectora de la película tiene más que ver con un sincero agradecimiento por su implicación en el proyecto que con otra cosa. Porque la niña no es solamente la compañera de periplo de su padre, sino que también se presenta como narradora improbable.

Pero, ¿qué es lo que genera la necesidad del viaje en este caso? El cineasta tiene un claro interés en posar su mirada en los viajantes que comparten tren con él (todos desconocidos, ataviados con mascarilla y miradas evasivas) y preguntarse sobre sus vidas. Además, Dirdamal siente una evidente predilección por Vietnam, su historia y cultura. Sin embargo, hay otro motivo preexistente: la chocante noticia de que uno de sus más cercanos compañeros de juventud es responsable de la muerte de una mujer. El itinerario, así, también incluye la visita al psiquiátrico donde ahora se encuentra ese amigo. Toda la pieza cuenta con la constante voz en off de Eva Cadena, que ocupa un lugar imposible entre la inocencia y la autoconsciencia (con un guion claramente escrito por su padre), y que hila reflexiones sobre el propio camino hacia ese encuentro, pero también sobre tribus vietnamitas que mantienen fuegos encendidos y sobre recuerdos de infancia. Entre los mejores momentos de la película se encuentran los intercambios entre padre e hija. En estos, ella inquiere sobre la incomprensible situación en la que encuentra el viejo amigo de Dirdamal. El cándido e inacabable “¿por qué?”, tan típico de la niñez, topa aquí con una respuesta imposible, porque ni siquiera el adulto puede articular una razón para una muerte tan gratuita. ¿Cómo se puede explicar un acto tan horrible, y más aún cuando está perpetrado por alguien en quién creías poder confiar? Dark Light Voyage es un intento de acercamiento a algo parecido a una respuesta, aunque el cineasta acepta que la única forma que haya de llegar a ella sea estableciendo este collage disperso. En el fondo, no es otra cosa que mirar hacia todas direcciones para intentar entender al otro a través del mundo que nos rodea.

“Suspensión” de Luís Soares.

Como apunte final en un festival que nos ha ofrecido una programación tremendamente rica y variada, añadir la recomendación de dos cortometrajes que también se pueden disfrutar en Filmin. En contraposición al itinerario por el mundo exterior de Dirdamal, vale la pena sumergirse en los viajes hacia dentro de Suspensión, de Luís Soares, y Anxious Body, de Yoriko Mizushiri, dos experiencias audiovisuales aparentemente muy simples pero que llegan a unos niveles de complejidad sensorial sorprendentes. Aunque parezca que pueden relacionarse principalmente por su condición de films animados, los vínculos que se establecen entre ellas trascienden el medio. La estructura de ambas es circular, repetitiva, sin llegar a ninguna parte. ¿O quizás sí? Soares se sirve de un tipo de dibujo más “sucio”, incorporando las líneas cinéticas al diseño de sus personajes. Estos no se mueven del sitio, repitiendo una acción hasta la saciedad. La suspensión del título se hace sentir en cada plano, en cada detalle. La inmovilidad llega a unos límites prácticamente insostenibles. Hasta que todo detona.

En el caso de Anxious Body, la ilustración es de líneas simples y tonos pastel, minimalista y estéticamente placentera. También a través de detalles y movimientos repetitivos, su objetivo es generar la ansiedad que da título el cortometraje. Y lo consigue gracias a su apuesta creciente por lo obsesivo e irritante, con un diseño sonoro que envuelve a la vez que incomoda. Ambas propuestas apuestan por un tipo de audiovisual que, más que contar una historia, dejan que esta penetre bajo la carne. Te llevan hasta el límite, te dejan en ese impasse durante unos instantes, hasta que no puedes más. Y, entonces, se da una resolución que puede traducirse en un cuerpo que se esfuma, o en un trocito de piel que, por fin, se suelta. Pero da lo mismo: lo que importa es el viaje.