Dirigido a seis manos por los debutantes Jon Nguyen, Rick Barnes y Olivia Neergaard-Holm, estamos ante un trabajo que tiene a David Lynch no sólo como protagonista (obvio) sino también como único narrador. Y eso es una excelente noticia, ya que el director de Bue Velvet (Terciopelo azul) es un excelente contador de anécdotas, dueño de una memoria prodigiosa capaz de recordar incluso detalles insólitos de su primera infancia. La película se desarrolla principalmente en el taller personal de Lynch en Los Angeles, donde lo veremos dibujar, pintar y esculpir sus obras. Pero no todo tiene que ver con lo intelectual. En un momento, mientras trabaja al aire libre, vemos junto a él a su pequeña hija Lula Bogina creando también su propio lienzo. Casi no hay contacto entre ambos, pero es una escena de una ternura desarmante.

Mientras los directores lo filman en la cotidianeidad laboral, en off escuchamos al realizador de Corazón salvaje recordando y reconstruyendo su vida: su familia católica, el terror de su padre antes sus creaciones artísticas (“nunca tengas hijos”, le decía), su odio hacia todo tipo de escolarización, su vida bohemia, su amistad con el diseñador Jack Fisk, su pasión por el cómic, la música y lo fantástico. Muchos lectores se sentirán decepcionados al saber que Lynch habla aquí poco o nada de su filmografía. De hecho, la película, rodada durante tres años, llega hasta sus primeros trabajos amateurs, sus escarceos con la animación y el surrealismo, y su debut con Eraserhead (Cabeza borradora). Sin embargo, en la forma en que el artista abre su hogar y su corazón, queda expuesto todo el (oscuro) universo personal que luego desarrollaría en cada uno de sus largometrajes.

Muchísimo se ha analizado la obra del creador de Mulholland Drive, pero pocas veces hemos podido acceder a sus vivencias personales con el grado de cercanía e intimidad que se percibe en este delicado documental, que contó, además, con el archivo personal del ya septuagenario director de culto: home-movies, fotos familiares y películas amateurs de su época juvenil. En definitiva, se trata de un encuentro fascinante con un artista excepcional y, hasta ahora, decididamente misterioso.