En la introducción de su libro póstumo Cuerpo a cuerpo: Radiografías del cine contemporáneo, el académico Domènech Font dejaba el siguiente testimonio de sus años de lucha contra el cáncer, ligados a la creación de su monumental obra crítica: “Este ensayo es fruto de la corriente del tiempo en estos dos años de lucha cuerpo a cuerpo. No he estado en Barghof, el sanatorio de curación de las enfermedades pulmonares de La montaña mágica, pero me he aclimatado a la intemporalidad de su mundo precipitándome febrilmente sobre el libro como una manera de tocar entre las heridas un tramo de angustia y de felicidad irrevocables”. Angustia y felicidad, dos fuerzas totalitarias que confluyen en las alquímicas imágenes de E agora? Lembra-me (¿Y ahora? Recuérdame), la obra maestra del sonidista, productor y realizador Joaquim Pinto.

Perdonen si mis notas son algo confusas”, nos advierte la temblorosa y dulce voz de Pinto en la introducción de esta película que deambula, con descarada y discreta libertad, entre las aguas del cine-diario (con Jonas Mekas en el horizonte) y las del cine-ensayo (con Chris Marker en el subconsciente). Palabras que evocan un estado de excepción: Pinto arrastra a sus espaldas dos décadas de lucha contra los virus de la hepatitis C y el SIDA. En este contexto, el film se propone como el reflejo un año de vida, entre 2011 y 2012, marcado por la participación del director en un ensayo clínico con un agresivo tratamiento experimental. Pinto no esconde la cara más cruda de este estado de sitio vital: E agora? funciona a ratos como un impúdico tratado anatómico sobre la enfermedad; otras veces, los erráticos y luminosos monólogos nocturnos de Pinto se erigen en estudios sobre la metafísica del dolor y, como veremos, del amor.

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“Ya no puedo realizar un tratamiento sistemático, intento avanzar a favor de la dispersión, de las intuiciones deshomogéneas y los trazos gruesos…”, confesaba Domènech Font en su ensayo sobre la soledad y decadencia de los cuerpos en el cine contemporáneo. Pinto, como Font, asume la condición dispersa y fragmentaria de su pensamiento y, de forma extraordinaria, la transmuta en una suerte de lucidez desbordada. Como Proust, Pinto se deja abrazar por el manto cálido y melancólico de la memoria. En un perpetuo y delicioso “sin venir a cuento”, Pinto nos invita a acompañarle en el recuerdo de sus viajes pasados por todo el mundo, rodando y produciendo películas de Raúl Ruiz o João César Monteiro. La infancia del cineasta florece en poéticas superposiciones que imbrican fotografías en blanco y negro con imágenes en color. Y, por último, la memoria se torna elegíaca para homenajear a los amigos fallecidos por culpa del Sida.

La vida parece frágil y la muerte cierta”, apunta Pinto, pero el cineasta no se deja amedrentar por el albor de la muerte. Para cerrar el estremecedor prólogo del film –en el que las imágenes de unos incendios que arrasan Portugal evocan la contienda vital del director–, Pinto nos propone empezar “con una sonrisa”, y superpone una radiografía de su malograda dentadura, destruida por los tratamientos farmacológicos, con un plano filmado a través del parabrisas de un coche en movimiento. Decadencia física, energía testimonial y sana ironía: la combinación ganadora de la férrea voluntad de Pinto.

El cineasta portugués filma su rostro demacrado con la misma lucidez con la que Agnès Varda filmaba sus manos en Los espigadores y la espigadora. La fuerza itinerante de E agora? recoge la épica intimista de Las largas vacaciones, donde el documentalista holandés Johan van der Keuken filmó sus últimos (y movidos) meses de vida. Y la forma radical con la que Pinto exhibe su intimidad hace pensar en el “cine privado” del documentalista japonés Kazuo Hara. Aunque, puestos a establecer analogías, me gusta pensar en E agora? como en la redención fílmica de El árbol de la vida: allí donde Terrence Malick se topaba contra un cristianismo de libro, Pinto se libera de todos los dogmas, componiendo un inspirado maremágnum de filosofía, historia, ciencia, filosofía, espiritualidad y sentimiento.

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E agora? es una película sobre la historia de los virus y sobre el virus de la historia. Pinto estudia el origen y el funcionamiento de los agentes víricos y descubre que forman parte esencial de la evolución genética del ser humano. “Vivimos tiempos tristes”, apunta el cineasta mientras colecciona escenas de una Europa que asiste atónita al derrumbamiento de sus sueños de bienestar. Luego, en el interior de una gruta en la que se han descubierto pinturas rupestres, Pinto reflexiona sobre el modo en que el ser humano ha intentado definirse a sí mismo, desde Los picapiedra hasta Sigmund Freud. A Pinto le gustan las citas tanto como a Godard, pero al final de la película nos advierte de que no tiene sentido quedarse en las citas, hay que vivir y amar.

Y a la postre, no es otra cosa que ese amor el que hace de E agora? un film profundamente estremecedor. El corazón de la película se halla en sus escenas “campestres”, en las que Pinto y su marido, Nuno Leonel (co-montador y co-director de fotografía del film), pasean junto a sus perros por los escenarios agrestes del Portugal rural. La magnética figura de Leonel comienza siendo una sombra casi invisible, pero a partir de un momento determinado su cuerpo y fortaleza física se van materializando como un signo distintivo de vitalidad. La deslumbrante escena de sexo que protagonizan Pinto y Leonel, bañada en sensuales y crudos contraluces, merece formar parte, desde ya, de los hitos históricos de la fisicidad fílmica. En definitiva, E agora? Lembra-me es una película concebida con la ambición de aquel que aspira a desentrañar los grandes misterios de la vida; parida con la humildad de aquel que sabe que el amor es pura entrega; e iluminada con la discreta rotundidad de aquel que expresa su visión del mundo sin esconder nada, aferrado a sus grandes tesoros: su imponente dignidad y su (agónico) hilo de voz.