Manu Yáñez (Visions du Réel, Suiza)

Fauna, la nueva película de Pau Faus (Alcaldessa), propone al espectador un estimulante viaje desde la comodidad de las evidencias hasta la intranquilidad que provoca la incertidumbre, desde la simplicidad de los axiomas hasta la “verdad” de la “contradicción”, celebrada en una cita de Georges Bataille que abre el film. La evidencia inicial con la que juega la película tiene que ver con la distancia abismal entre el mundo natural y el tecnológico. En un extremo de esta premisa dicotómica, Fauna presenta una ruralidad de tintes bucólicos, un escenario idealizado donde un pastor pasea con su rebaño de ovejas entre bosques y prados. Del otro lado, el film se adentra en las asépticas estancias de un laboratorio científico donde se realizan pruebas con animales para el diseño de una vacuna contra la Covid. La enorme distancia entre estos dos escenarios aparece subrayada por una dialéctica formal: el pastor es filmado mediante una combinación de planos fijos y cámara en mano, mientras que en el retrato del laboratorio científico –que parece surgido de una obra de ciencia ficción cronenbergiana– impera el rigor simétrico, una frialdad clínica.

Con este arranque elemental, Fauna propone uno de sus temas de fondo: la relación desigual entre el ser humano y el mundo animal. Un combate disparejo, marcado por la arrogancia humana, que Faus muestra con locuacidad, pero también con un cierto pudor, en cuanto que la película renuncia a mostrar la cara más sórdida del trato que reciben los animales (cobayas, cerdos, cabras…) en el laboratorio. No estamos ante una reescritura de La sangre de las bestias de Georges Franju, aunque la brutalidad del célebre documental sobre mataderos palpita en los fueras de campo que Faus maneja con destreza. Fauna merodea por el tabú de la investigación científica con animales, aunque ese no es el único límite que explora una película que se sitúa a medio camino entre la observación y la escenificación. En realidad, la mayoría de las secuencias responden a una planificación marcada (en línea con la idea de “documental de creación” que puso en boga En construcción de José Luis Guerín), una estrategia que parece dar mejores resultados en la cara ultramoderna del film que en su vertiente ruralista, donde la rigidez de la “dramaturgia” entra en tensión con la fluidez de lo real.

Entre imágenes de corte metafórico (unas malas hierbas se abren paso en los aledaños del laboratorio) y otras más literales (un plano general muestra a las cabras transitando al lado de una autopista), Fauna se hace fuerte en su negativa a anquilosarse en una posición maniquea. Así, poco a poco, revelando un minucioso trabajo de construcción narrativa, la película va revelando la importancia que tiene la tecnología en la vida del pastor, que ordeña a sus cabras con maquinaria industrial y que requiere de pruebas de rayos X para el diagnóstico de una enfermedad. Mientras, del otro lado, la investigación con animales se enmarca con toda claridad en la urgente lucha científica contra la COVID (cabe apuntar que el film se realizó a lo largo de los meses más críticos de la pandemia).

En definitiva, guiado por una disposición meditativa, Faus se desmarca del film de tesis, así como de todo impulso panfletario, lo que acerca Fauna a otras propuestas de temática similar realizadas en los últimos años por el catalán Gerard Ortín Castellví y la navarra Maddi Barber. En su búsqueda de imágenes simbólicas con las que explorar la relación entre lo humano y lo natural, Fauna realiza hallazgos destacables. Uno de los episodios centrales de la película pone el foco en los intentos de los científicos por hallar una grieta que pudiese quebrantar la impermeabilidad del laboratorio. Para verificar el sellado exterior, unos técnicos lanzan un humo azulado sobre los marcos de puertas y ventanas, lugares en lo que podría haber una hendidura. Por su parte, la cámara de Faus acompaña la humareda hasta el bosque que colinda con el laboratorio, dando lugar a unas estampas –ramas y flores envueltas por una neblina azulada– que seguramente fascinarían al cineasta tailandés Apichatpong Weerasethakul. Y es que, como en la memorable Syndromes and a Century, Fauna se aboca con ímpetu conceptual a estudiar la relación entre lo artificial y lo orgánico, lo maquinal y lo natural, dialécticas esenciales para comprender nuestra realidad contemporánea.