Arabia: Tras una primera mitad dominada por un eje teórico-ideológico angloeuropeo –con un Godard sumergido en el método de pensamiento referencial con el que fraguó sus Histoire(s) du cinema–, El libro de imágenes reclama que dirijamos nuestra mirada al mundo árabe, cuna de la civilización, un escenario de revoluciones frustradas que aparece habitado por criminales venidos del exterior. Arabia, no el Islam, reclama Godard. Debemos dejar a un lado nuestros prejuicios.

Brecht: “Solo en el fragmento es posible encontrar la verdad”. En su nuevo ensayo fílmico, Godard sublima la idea del discurso cercenado. Teoriza sobre el concepto de “contrapunto musical” y lo eleva a la condición de arte de la superposición, donde los acordes hacen las veces de melodía (de un modo similar, en la película, las imágenes y palabras hacen las veces de relato). Sin embargo, más que a una “conjunción” de imágenes y voces, Godard apuesta aquí por una “escisión” plena: el corte de montaje a negro deviene el dispositivo central del discurso. Boicotear la comprensión elemental para invitar a pensar más allá de las imágenes.

Clases: He aquí una historia de la extinción de las especies. “El mundo se divide en dos grupos: mil millones de ricos y mil millones de pobres”. Ambos parecen tener como misión la destrucción. Los ricos por voluntad propia. Los pobres por necesidad y falta de otras opciones. En el pasado Festival de Cannes –un escenario alérgico a la subversión y a la (verdadera) política– Godard volvió a ponerse el traje de gran incomodador enarbolando la bandera de la lucha de clases.

Dedos: Del ojo acuchillado de Un perro andaluz a un supercut interruptus de manos humanas, tomadas del cine, de los noticiarios y suponemos que del propio Godard, manipulando película analógica en la sala de montaje. El cine como un ejercicio de artesanía que halla en una cierta tosquedad el reconocimiento de su fuerza política.

Europa: Un símbolo de decadencia. Un continente a la altura de la Freedonia de Sopa de ganso de los hermanos Marx. ¿O quizá sería justamente a eso, a un anarquismo surrealista, a lo que deberíamos aspirar?

Femenino: De la tumba de Rosa Luxemburgo a la escena de Cuentos de la luna pálida de Mizoguchi en la que unos hombres atacan y abusan de una mujer. #MeToo

Impurezas: En numerosas ocasiones, las imágenes “citadas” por Godard en El libro de imágenes cambian de formato súbitamente en la pantalla, dejando por el camino lo que parece la estela de un glitch. Otras veces, es el contraste o la temperatura de los colores lo que desbarajusta el “equilibrio” de dichas imágenes. La exploración de la impureza digital alumbra una forma de explicitar su (im)posible materialidad.

Líquido: De la escena subterránea de L’Atalante de Vigo al (falso) intento de suicidio de Madeleine en Vertigo de Hitchcock. El agua como líquido amniótico del que puede surgir el idealismo.

Maestros: “Solo cuando se enseña puede uno sentir el verdadero amor por los otros”. Amen.

Normas: ¿Quién puede fiarse de las leyes (aunque las promulgue El joven Lincoln de Ford) cuando sirven para condenar a un Falso culpable de Hitchcock? A la postre, lo lógico parece saltárselas, como los revolucionarios de La commune de Watkins.

Política: “Los que están en el poder hoy son unos cretinos sanguinarios”. Godard contra la “ignominia capitalista”.

Remakes: De los chicos sometidos en Saló de Pasolini a unas ejecuciones filmadas en formato casero por algún grupo terrorista. La historia repite al cine. El cine prueba su inutilidad. Godard busca sublevar al cine y devolverle su función revolucionaria.

Siglos: “Es en los cambios de siglo en los que los modos de supervivencia, desprovistos de su función original, devienen formas de arte”. ¿Cuál es para Godard el arte del siglo XXI? Apostamos por un nuevo arte llamado “Godard”, una mezcla de pintura rupestre y FaceTime, la vía que eligió el director para comunicarse con los críticos y periodistas que querían hacerle preguntas en la rueda de prensa de Cannes.

Tiempo: “Se necesitan horas para contar un segundo. Necesito una vida para contar una hora. Una eternidad para contar un día”.

Vagones: De los trenes de la muerte a El maquinista de la general de Keaton. Las flores pueden acabar floreciendo incluso en los escenarios de la abyección.