“En los cinco años que llevamos casados, nunca habíamos estado separados”, insiste Gam-hee a cada una de las tres amigas con las que se encuentra en La mujer que escapó. A lo largo de la película, la frase se reitera: aparentemente, el marido de Gam-hee cree que cuando hay amor se debe estar siempre juntos. Ahora, sin embargo, él está de viaje por trabajo, y Gam-hee aprovecha esos días para visitar a dos amigas en sus casas fuera de la ciudad, y para topar por azar con otra conocida en una sala de cine. Repetición y mutación, el cine del surcoreano Hong Sang-soo avanza mediante estos dos impulsos, que se vislumbran también en los setenta y pocos minutos de su nueva película, estrenada en la sección oficial de la Berlinale 2020, y en la que el estilo del cineasta se muestra depurado, pegado a su esencia, la de planos largos con panorámicas y zooms para reencuadrar.

Precisamente con un zoom culmina una de las escenas más bellas y cómicas del film: un vecino llama a la puerta de la casa de la primera amiga para quejarse porque ella da de comer a los gatos callejeros, y estos le resultan molestos. Él aparece de espaldas con sus quejas egocéntricas, y ellas –la amiga, su compañera y Gam-hee– le replican que los animales también tienen derecho a comer. Mientras tiene lugar el encontronazo dialéctico, un gato permanece en la parte inferior izquierda del cuadro; cuando todos los personajes abandonan el plano, Hong realiza un zoom hacia el felino, que primero bosteza y luego mira a cámara. La escena no solo resulta cómica, sino coherente tanto con el estilo de Hong –repetición: el zoom para reencuadrar y redefinir el tono– como con uno de los nuevos temas –mutación– que planea en La mujer que escapó, el de la relación de los humanos y los animales. No en vano, la película se abre con el plano de unas gallinas, y su primera parte transcurre entre conversaciones en torno a la carne.

“¿Te cortaste el pelo?”, le preguntan a Gam-hee, resaltando así el look diferente de la actriz, Kim Min-hee, que se explaya con la respuesta. “No bebo”, le dice una amiga en otro momento, explicitando a la vez otra pequeña mutación, la de la ausencia de borracheras en la película. Hong evidencia los cambios, como si en su cine el placer no fuese solo el de las pequeñas cosas, o el de observar la fragilidad sutil de los sentimientos, sino el de contemplar justamente cómo su obra avanza suavemente, como la propia vida. Con la segunda amiga, Gam-hee habla, entre otras cosas, de la obra de Jeong Seon, que pintó a menudo la montaña. En La mujer que escapó, la transición de una parte a otra se produce mediante el montaje entre distintos paisajes montañosos, que conectan los tres encuentros. La montaña está presente, mientras en fuera de campo permanece el marido de la protagonista, del que ella no se había separado en cinco años porque así entiende él el amor.

De las distintas películas de Hong junto a Kim Min-hee, La mujer que escapó es la más directa en su voluntad de indagar en los personajes femeninos –“no está bien vivir así, a mi edad”, dice uno de ellos–, a los que se contraponen unos hombres que aparecen como un engorro. El primero es el vecino al que apenas se le ve de espaldas; el segundo es el pretendiente de otra amiga, que la visita para declarársele de nuevo sin ser correspondido; y el último es un antiguo novio de Gam-hee. En esta tercera parte del film, la protagonista se topa con una antigua amiga, que decide pedirle disculpas porque inició una relación con aquel novio de ella. Este “episodio” se abre y se cierra con otro paisaje, el de la playa que se ve en la pantalla de cine al que ella acude. La textura revela la condición de imagen de las vistas marinas, y la banda sonora, que rasca, también se explicita como una reproducción. De hecho, la música que acompaña las transiciones resuena distorsionada, evidenciando la idea de estar escuchando una grabación. He aquí otra de las mutaciones. A lo largo de la película, vemos diversas pantallas: la de las cámaras de seguridad de la casa de la primera amiga, y la del interfono de la segunda. Las superficies de estas imágenes aparecen mediante panorámicas; y la distancia entre unos personajes y otros expone la dificultad en la comunicación entre hombres y mujeres, discurso perenne en el cine de Hong. El reverso está en un gesto reencuadrado con un zoom: el de las dos conocidas cuyas manos se tocan mientras una se disculpa con la otra por algo que sucedió tiempo atrás.