La defensa de un cine “evidente” no suele ser el más sofisticado los argumentos críticos. De hecho, el trabajo de un director o directora en torno a una cierta transparencia temática o emcoional se toma muchas veces como la manifestación de una cierta pereza. Sin embargo, en Loving, el nuevo film de Jeff Nichols (Take Shelter, Midnight Special), esta aparente debilidad se convierte en virtud. He aquí una película que se decanta por eliminar de su corpus narrativo todos aquellos elementos accesorios a la evidencia del film: el amor entre Richard y Mildred Loving, cuya batalla por el reconocimiento de la legitimidad de su matrimonio (interracial) sacudió la América de la segregación, a finales de los años 50 del siglo XX, convirtiéndose en un episodio central en la lucha por los derechos civiles. Inspirada en el documental de la HBO The Loving Story de Nancy Buirski, Loving descarta varias posibles películas en su elíptica crónica de de las huidas y escondites de los Loving: no estamos ante un film judicial que de cuenta del caso “Loving contra Virginia”; tampoco hay un esfuerzo por enmarcar el relato íntimo en el contexto de la Historia, en mayúsculas; ni siquiera podemos hablar de una colección de dramáticas escenas de un matrimonio. La personalidad de Richard Loving –un hombre lacónico, extremadamente parco en palabras– cortocircuita toda posibilidad de sostener el film sobre la palabra, sobre el discurso, lo que obliga a Jeff Nichols, también guionista del film, a exprimir al máximo las posibilidades que le ofrece la puesta en escena y la estructura del relato.

Más allá de su conocido tema y escenario –cabe reconocer que la lucha por los derechos civiles de las minorías estadounidenses ha llegado a convertirse en un lugar común–, Loving es una película singular. Dominada por una contención y pudor extremos, Nichols elude de manera casi sistemática los momentos sentimentalistas que le brinda el relato: en este sentido, solo resulta algo excesiva la primera despedida entre Mildred y sus familiares. La película tampoco mercadea con el cariño que se profesan Richard y Mildred: el único momento verdaderamente armónico, no marcado por el miedo, se produce durante la visita a la casa de los Loving de un fotoperiodista de la revista Time interpretado con una dulce excentricidad por Michael Shannon. El momento en cuestión recrea una histórica instantánea aparecida en Time y demuestra dos cosas: por una parte, el compromiso de Nichols con la historia real de Richard y Mildred; por otra, la plena identificación de Nichols con el personaje del fotoperiodista, a quien vemos realizar sus fotos de manera disimulada, intentando pasar desapercibido, limitando al mínimo su “intervención” sobre aquello que está capturando.

Sería ridículo hablar de Loving sin elogiar el trabajo de sus protagonistas. Ruth Negga es el rostro expresivo del dolor y la entereza: es el motor del relato, con su mirada vidriosa y unos labios que, desde la mueca nerviosa, perfilan una determinación y orgullo secretos. Aunque la luz más sutil y poderosa la porta Joel Edgerton, que en la piel de Richard reconvierte el primitivimo visceral mostrado por el actor australiano en películas como Animal Kingdom o Black Mass en un sobrio estoicismo. Durante la película, el espectador puede tener la impresión de que el personaje se está dejando arrastrar por los acontecimientos… hasta que su empuje y voluntad (también sus dudas) se materializan en la concentración súbita de su mirada inquieta o en unos muy puntuales momentos de locuacidad. De entre las imágenes para el recuerdo que deja Loving, este crítico tiene fijadas en la memoria las numerosas estampas de Edgerton apilando ladrillos en su trabajo como obrero de la construcción. Su inmenso logro actoral, que evoca un cruce milagroso entre hermetismo y transparencia, parece la declinación proletaria del ideal forjado por los aristócratas del “método”: la posibilidad de habitar las corrientes emocionales subterráneas de un personaje cuya complejidad (y en este caso, también ternura) trasciende los límites de la pantalla.