Con sólo 24 años, la cineasta portuguesa Leonor Teles se alzaba con el Oso de Oro de la Berlinale al Mejor Cortometraje por Balada de um Batráquio, convirtiéndose así en la galardonada más joven de la historia del certamen germano. De padre gitano y madre paya, Teles construyó su premiado cortometraje como un acercamiento a las tradiciones e identidad del pueblo gitano. En el film, lo que empezaba como el acercamiento fabulístico y algo escatológico a una leyenda romaní sobre sapos (los batracios del título) terminaba aludiendo a la perenne discriminación de todo un pueblo: las réplicas de cerámica de los batracios, visibles en las tiendas y otros comercios, buscan ahuyentar a los gitanos. La respuesta de Teles a esta xenofobia sistemática es totalmente visceral, performática en su expresión de un rechazo radical vehiculado a través de imágenes inestables, nerviosas, rabiosas.

Dos años más tarde, para su primera incursión en el largometraje, de título Terra franca, Teles sustituyó el frenesí de Balada de um Batráquio por pura calma, aunque la exploración de la propia identidad, anclada en este caso a la tierra (natal), pervive de manera locuaz. Terra franca propone un regreso a Vila Franca de Xira, municipio bañado por el Tajo, donde se nos invita a habitar el hogar de Albertino Lobo, un pescador de la zona. En formato 4:3 –formato idóneo para los retratos familiares–, Teles construye este film de tintes documentales con una naturalidad y un humanismo nada afectados. Los protagonistas, tanto Albertino como Dália, su mujer, y las hijas de estos, parecen no reparar en la presencia de la cámara, que se muestra estable, segura y serena en la esfera más íntima. El efecto es sorprendente, Albertino y su familia, en su absoluta naturalidad, se convierten en actores de lo más convincentes.

El tempo de la vida corriente es pausado, y los conflictos son los del día a día: jornadas laborales, encuentros familiares y ratos de sofá. Una realidad que se verá trastocada por el inminente casamiento de la hija mayor, factor que abrirá la veda para una segunda línea de significación. En medio de este transcurrir vital, y sin necesidad de manipular o evidenciar un discurso unívoco, Teles perfila un acercamiento a las nociones de ciclo vital, envejecimiento, familia y roles de género. Todo ello articulado a través de una forma particular de concebir el espacio y la vida doméstica. Es en ese delicado equilibrio entre lo particular y lo universal donde radica la singularidad de Terra franca.