Más cercana al drama familiar que a la ciencia ficción, la ópera prima de Chema García Ibarra no necesita bañar sus fotogramas con efectos especiales para especificar el género al que pertenece. La trama de Uranes tiene lugar en una remota aldea de la España profunda, cuyos habitantes se dedican a vencer sus pequeñas tragedias cotidianas en vez de asumir la inminente invasión de larvas alienígenas que está sufriendo el planeta. Como en Extraterrestre de Nacho Vigalondo, el filme se centra en los efectos colaterales de una inexplicable incursión marciana que la cámara parece evitar a toda costa. En este caso, el fuera de campo extraterrestre es aún más agresivo, puesto que los hechos cósmicos –y su pertinente explicación científica– están íntegramente narrados por la omnipresente voz en off del propio autor. Así, se origina una desavenencia entre el contenido transmundano del texto oral y los sesenta minutos de imágenes campestres y costumbrismo castizo. Esta ruptura de lo sonoro y lo visual se explica a partir del manifiesto del #littlesecretfilm, impulso cinematográfico al que Uranes está vinculado.

#littlesecretfilm es una iniciativa que defiende la originalidad y calidad del austero cine low cost. Sus reglas inquebrantables prohíben que el rodaje dure más de veinticuatro horas, la promoción del proyecto antes del estreno y trabajar con un guión escrito. El proyecto se cimenta en la improvisación y la espontánea labor de equipo durante la filmación, dejando la auténtica gestación de la película para su fase de postproducción. Siguiendo estos requisitos, Uranes deviene una doble película, poseedora de misteriosos y discontinuos planos fijos que anticipan una atmósfera de ciencia ficción, mientras la narración surge de omnipresente voz en off, añadida durante el montaje, por órdenes del manifiesto.

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No obstante, no hay que tomar las premisas del #littlesecretfilm como una castración o limitación de la creatividad del cineasta, sino todo lo contrario. Las estrictas reglas permiten expandir los horizontes de la imaginación de este storyteller nato –también guionista de la elocuente Sueñan los androides–, que de la nada crea una historia que compatibiliza temas tan dispares como la monótona vida de una anciana con Alzheimer, los supervivientes de la Leucinosis, la llegada de los marcianos, el fin de la civilización, las inquietudes artísticas de un discapacitado, el fanatismo religioso o los abusos sexuales a menores de edad.

La trama se centra en la trágica vida de José Luís (Jose Manuel Ibarra), un paciente crónico de una exótica enfermedad que posee un leve retraso mental causado por una intervención neurológica que le practicaron cuando era un bebé. Su historia no mejora con el tiempo: sus padres desaparecen sin dejar rastro y su abuelo es encarcelado a sus ochenta y siete años por abusar de su hermano, Francisco. Profundamente avergonzado al difundirse la noticia de los actos pedófilos, el hermano dejando solo a José Luís, con su abuela postrada con mal de Alzheimer. La escabrosa existencia del discapacitado protagonista de Uranes es relatada verbalmente durante la magnífica apertura del largometraje, mientras unas fotografías tomadas en las décadas pasadas ilustran el jovial estado de ánimo del infante, al modo de los retratos que cortaban la trama festiva de El futuro de Luís López Carrasco. Tras la presentación del personaje principal, el filme arranca años después a partir del reencuentro forzado de los integrantes de esta esperpéntica familia, una reunión que tendrá lugar gracias a llegada de los huevos de los alienígenas –o también denominados ‘mazarrones’ por los nativos del lugar–.

El ingenioso argumento de Uranes nace de dos elementos televisivos de la cultura mainstream española: los talk shows de media tarde, cuyo propósito es exhibir reencuentros de familias desestructuradas, y las irrelevantes noticias –tan morbosas como surrealistas– que transcurren en pueblos y se filtran en los telediarios. La intención de Uranes es desmontar la noción de “lo castizo”, un objetivo que Chema García Ibarra sublima en su superlativo cortometraje posterior, Misterio –exhibido en la sección oficial de la antepenúltima edición de la Berlinale y en Sundance–. Se trata de un desmoronamiento cultural que el autor expone a través de las acciones políticamente incorrectas de sus protagonistas, una actitud que congrega la impasibilidad de los personajes de Roy Andersson y el tono de la comedia negra La mosquitera de Agustí Vila.

Detalles de la proyección de URANES en el Cine Maldà de Barcelona.