Dos adolescentes se han ausentado durante el último día de clase en un instituto en el barrio del Bronx. Estos jóvenes indisciplinados son Teresa (Teresa Lynn), que lleva tres meses desaparecida sin dar señales de vida, y Elijah (Elijah Canada), el bufón del colegio. Poco sabemos del hazmerreír del liceo de Hunts Points. Sólo nos hacemos una idea de su torpeza y su mala suerte a través de vídeos que se mandan los compañeros de Elijah en los que éste tropieza hasta caerse al suelo, o intenta colarse en el metro de Nueva York sin éxito. En cambio, la presencia de Teresa entrando en el autobús que lleva a todos los alumnos hasta sus respectivos hogares al finalizar la jornada escolar es el detonante que inicia la maquiavélica, laberíntica y extraordinaria teen movie de Michel Gondry.

El maestro del arte del videoclip, las películas fantasiosas y los documentales no convencionales presentó en el Festival de Cannes este grato y extraño experimento fílmico titulado Nosotros y yo (The We and the I), que al fin llega a las salas de cine españolas con más de tres años de retraso. De entrada, la singularidad de este largometraje versa en su puesta en escena claustrofóbica. Se trata de una road movie en el sentido estricto del término; un asfixiante trayecto en un vehículo de transporte público donde los jóvenes protagonistas gritan, se pelean, se insultan o recitan poemas durante esas eternas horas en las que quedan atrapados en pleno atasco neoyorquino. A primera vista, el espectador puede pensar que la penúltima ficción del autor de ¡Olvídate de mi! es un remake contemporáneo de El ángel exterminador que condensa la hormonal y vitalista esencia de la adolescencia en un tiempo y espacio determinado –una tarde y los escasos metros cuadrados que posee el autobús–. Sin embargo, Gondry ha diseñado este artificio para engañar al público desde el principio.

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La infinita travesía por las peligrosas calles del Bronx está lejos de ofrecer un viaje de crecimiento. Los chicos no se enriquecen ni se descubren a sí mismos fortaleciendo los lazos con sus semejantes. De hecho, este inevitable e interminable desplazamiento acaba destruyendo todas las relaciones sentimentales y de amistad que definieron el último año escolar de los pasajeros. Mentiras piadosas, confesiones injuriosas, insultos imperdonables y actos de violencia manifiestan que la vida íntima de los personajes es un reflejo de la jungla nociva y delictiva que existe tras los cristales del vehículo. En cuanto la verdad sea revelada, nunca jamás existirá ese ‘nosotros’, sino un único ‘yo’ –ambos explícitos en el título–, puesto que el sentimiento de comunidad fue una invención necesaria y transitoria. Pero aún hay algo más. Si Nosotros y yo no es un tópico coming-of-age que plantea un viaje simbólico cuya última parada representa la entrada a la edad adulta, ¿qué es, entonces?

A pesar de la dificultad para definir o clasificar este largometraje experimental, podríamos encuadrar la propuesta dentro de los parámetros del thriller. El director de La espuma de los días se presenta cual maestro del suspense dilatando un pulso dramático que gira en torno a dos misterios; concretamente, dos actos atroces que el espectador sólo averiguará si decide permanecer en el autobús acompañando a los últimos pasajeros hasta el final de la ruta. Todos y cada uno de los actores no profesionales que se interpretan a sí mismos tienen una única oportunidad para explicar su versión de los hechos ante la cámara. Todos disponen de un tiempo específico, marcado por su entrada y su descenso del autocar; pues, una vez hayan bajado del vehículo no volverán a aparecer en la ficción. Finalmente, el trágico rompecabezas del film logra descifrarse a través de dos mecanismos narrativos: primero, la progresiva desaparición de aquellos menores que juegan un rol secundario; y luego, el magnífico trabajo con el fuera de campo que el cineasta resuelve con el recurso del found footage y sus siempre magníficas secuencias oníricas.