La cineasta donostiarra Jaione Camborda comenzó su carrera como directora de arte, guionista y también firmando varios cortos documentales, como el muy notable A rapa das bestas (2017), inscritos, porque Galicia es además donde reside, dentro del Novo Cinema Galego. Con su primera película, Arima (2019), que contó con una amplia trayectoria en festivales, dio el paso a la ficción con una propuesta intimista, desconcertante y muy personal que auguraba el nacimiento de una nueva voz, con una forma de entender el cine muy reconocible. Algo que ha confirmado, aumentando la resonancia de su trabajo de una manera aún más potente y rotunda, con su excepcional segundo largometraje, O Corno.
La historia comienza en Illa de Arousa, en Galicia, en 1971. En esta pequeña localidad se gana la vida como mariscadora María (Janet Novás), que además ayuda a otras mujeres a dar a luz y lo hace con cuidado, porque a María parece gustarle cuidar a los demás. En un pasado, también ayudó a otras mujeres a interrumpir sus embarazos. Todo parece bajo control en su humilde vida como trabajadora, mientras cuida de sus animales, sin embargo, cuando una adolescente del lugar le pide que la ayude a abortar, su existencia se tambalea y debe tomar una decisión que va a cambiar su existencia y que resulta determinante para la historia.
Ese punto de giro convierte la película en una road movie que lleva a su protagonista a pie desde Galicia a la frontera, para terminar en Portugal. Entre esos tres escenarios, abordados con mimo –prestando atención a los detalles, a la naturaleza y a los animales, igual que hace con los cuerpos humanos–, transcurre el film de Camborda. La directora sitúa la cámara a veces desde la distancia y otras veces en primeros planos, siempre en el lugar preciso para acercar al espectador a la piel de su protagonista, a sus heridas, sus gestos y sus emociones. Una propuesta que abraza la poética de las imágenes sin caer en lo superfluo, siempre dotando de significado cada uno de sus hallazgos formales, con una coherencia narrativa que convierte a la película en una de las obras más importantes producidas en el país este año.
El film está repleto de secuencias realmente memorables desde su mismo comienzo, con María y otra mujer de su edad encerradas en una habitación y compartiendo el momento del parto. Entre gritos, gemidos y cuerpos que se agitan por el dolor, Camborda marca, con su manera de encontrar la belleza en este momento, el tono del resto de su film. Una manera de mirar que tiene mucho que ver con esa forma extasiada en la que las niñas y niños de la isla contemplan como un mago, llegado de Santiago de Compostela, atraviesa con sus artilugios el cuerpo de una mujer sin que esta sufra ningún daño y también con las dos secuencias que cierran el film y confirman su naturaleza circular.
Pero además de su dispositivo formal y del poder cautivador de sus imágenes, O Corno es rotundamente una película en torno a la maternidad. Al deseo de ser madre o a la voluntad de no serlo. Y también, como una consecuencia casi inevitable, sobre la dualidad entre la vida y la muerte, en una sociedad como la España del tardofranquismo en la que el derecho a abortar no estaba contemplado y las mujeres no podían decidir sobre sus cuerpos. El contundente y hermoso discurso que Camborda teje entre sus imágenes va calando en los espectadores y se materializa en la presencia constante en pantalla (con una cicatriz en su cuerpo y varias más en su alma) de María. A la protagonista la interpreta de una manera conmovedora Janet Novás, hasta ahora conocida por su trabajo como bailarina, performer y coreógrafa, que construye un personaje de esos que se quedan fijos en la retina.