(Imagen de cabecera: Una sala de cine llena según Pau Colell Yáñez. ¿Quién necesita más de una fila cuando todo el mundo sabe que los cinéfilos nos sentamos en la primera?)
Anacronismo: El cine contemporáneo sigue indagando en las posibilidades del cruce de temporalidades, en su acepción mágica, espectral o ambigua. Algunas de las películas españolas más estimulantes del año se inscribieron en esta tendencia. En H de Carlos Pardo Ros, el fantasma de un tío del director se reencarna en una troupe de jóvenes extraviados en la fiesta perpetua de los Sanfermines. En Matadero, Santiago Fillol fabrica un salón de espejos en los que las revoluciones proletarias y estudiantiles de antaño se reflejan sobre un presente difuso. Y, en Sóc vertical però m’agradaria ser horitzontal, María Antón Cabot imagina un conciliador encuentro entre Sylvia Plath y Belén Esteban en una Benidorm esculpida sobre el tiempo.
Benediction: Terence Davies en estado de gracia. Una de mis dos películas favoritas del año.
Crítica: Dicen que pasa por horas bajas. Sin embargo, mi 2022 no hubiese sido el mismo sin la publicación de Tale of Cinema de Dennis Lim, luminosa exploración de la obra del surcoreano Hong Sang-soo.
Dielman: La nueva “mejor película de la historia” según la revista Sight & Sound es Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles de Chantal Akerman. ¡Bravo! Esteve Riambau tiene razón al pregonar que la nueva lista de S&S da carpetazo a la noción del cine como el gran espectáculo del siglo XX. Cada vez parece más evidente que Kent Jones tenía razón cuando profetizó que el futuro del cine pasaba por una cierta “marginalización”. En la mañana siguiente al anuncio del nuevo canon, y tras analizar el arranque de Jeanne Dielman en una clase de ESCAC, una alumna se me acercó para celebrar la victoria de Akerman. Para ella, suponía una motivación personal, un impulso a la creación, un signo de esperanza respecto a la posibilidad de cambiar, desde el presente, nuestra manera de leer el pasado y comprender el mundo.
Eustache: Dicen que la cinefilia está en vías de extinción. Sin embargo, mi 2022 hubiese tenido mucha menos luz sin la experiencia de asistir a la premiere de la restauración de La mamá y la puta en el Festival de Cannes. Mi inclinación a la devoción vibró por todo lo alto mientras me estremecía en una butaca de la sala Debussy, cuatro o cinco filas detrás de las que ocupaban Jean-Pierre Léaud y Françoise Lebrun.
Flagelante. Este año, el cine norteamericano se llenó de via crucis lacerantes. En el Festival de Venecia, se estrenaron las encarnizadas La ballena (The Whale) de Darren Aronofsky y Blonde de Andrew Dominik. El virus del ensañamiento se propagó por los lugares más inesperados, como por ejemplo en el retrato que propone Kelly Reichardt de una artista apesadumbrada en la desconcertante Showing Up.
Godard: Vértigo ante el abismo de su ausencia.
Haim: La más pequeña de las hermanas Haim, Alana, nos alegró el año con su compleja composición de una joven rebelde en la memorable Licorice Pizza de Paul Thomas Anderson.
Infravaloradas: Estás son algunas de las películas que, a lo largo de la temporada, sentí que solo me gustaron a mí: Tres mil años esperándote de George Miller; Frère et soeur de Arnaud Desplechin, la más endiablada de las obras del autor francés desde Reyes y reina; y Les miens de Roshdy Zem, la película con la que más me reí en 2022.
James Gray: El director de Armaggedon Time me regaló el momento favorito de las entrevistas que pude hacer este año para la revista Fotogramas: “Ganar pasta se ha vuelto un fenómeno cultural nauseabundo. Leo noticias de gente joven encantada de firmar contratos para pasar a formar parte de este o aquel “sello”… No entiendo nada. Tengo un sobrino que hace poco me decía que le había gustado Sin tiempo para morirporque el final podía dar pie a un reboot. ¡Qué demonios! ¿Por qué un chaval de 19 años habla como si fuese un ejecutivo de la MGM? Un chico de 19 años debería estar preocupado de que la película sea buena y no de si van a hacer un reboot de la jodida franquicia”.
Krieps: La actriz del año. Aportó una alquímica combinación de vulnerabilidad y autoridad a sus apariciones en la discreta Bergman Island de Mia Hansen-Løve, la escurridiza Abrázame fuerte de Mathieu Amalric y la punzante La emperatriz rebelde, en la que, como apunta María Adell, Krieps da forma a la idea de anacronismo actoral.
LCD Soundsystem: new body rhumba, el primer sencillo de la banda neoyorquina desde 2018, fue la canción que más escuché este año. ¿La razón? Vean la magnífica Ruido de fondo (White Noise) de Noah Baumbach hasta el final.
Magnolia: La película más citada del año. Hirokazu Koreeda utilizó el tema Wise Up de Aimee Mann para animar su melosa Broker. Arnaud Desplechin, en Frère et soeur, convirtió a Marion Cotillard en un avatar de Julianne Moore en la mítica escena de la farmacia del film de Paul Thomas Anderson. Y Edward Norton se disfrazó de Frank T. J. Mackey en Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion.
Nope: Entrecruzando la esencia física del cine primitivo de atracciones y la sofisticación autorreflexiva del cine moderno, Jordan Peele decidió poner su portentoso manejo de la alegoría al servicio del medio cinematográfico. Concebida como un híbrido de western y ciencia ficción, Nope hermana de un modo extático el valor de vivir y la responsabilidad de filmar.
Omnívoro: La plena incorporación del concepto de multiverso al audiovisual contemporáneo ha consolidado la idea de un cine que deglute a discreción todos los tonos, registros, fórmulas, texturas… El éxito de Todo a la vez en todas partes (Everything Everywhere All at Once) de los Daniels propulsó el fenómeno del cine omnívoro hacia el territorio del “culto”.
Pacifiction: Albert Serra en estado de gracia. Una de mis dos películas favoritas del año.
Quimérico: El momento fílmico más estremecedor del año llegó de la mano de la alusión a las “células quiméricas”, que según la abogada de la mujer infanticida de Saint Omer son intercambiadas, durante la gestación, por toda madre y su bebé. Una perfecta metáfora de los flujos de empatía que estudia y engendra este film-revelación, con el que Alice Diop da cuenta de cómo la Historia, las instituciones y nuestros miedos conspiran contra la necesidad de comprender al “otro”.
Réquiem: Por unos años inolvidables grabando podcasts con el gran Víctor Esquirol, el compañero soñado para la más gozosa, formativa y épica de las aventuras cinéfilas.
Series: Dicen que están más vivas que nunca. Sin embargo, más allá de la monumental Exterior Noche (Esterno Notte) de Marco Bellocchio, y de algunos pasajes de Irma Vep de Olivier Assayas, las series que vi en 2022 fueron carne de (muy) guilty pleasure. Degusté Dopesick, The Dropout, Succession, Miércoles o The Patient con el traje de Ignatius J. Reilly bien ajustado.
Termite Art. Según Manny Farber, los cineastas-termita serían aquellos que trabajan con ahínco y tesón carcomiendo los márgenes de su propia producción, filmando sin cesar en una algarabía de gestos prendados de un vigor ensimismado y pasajero. En el cine de 2022, lo termítico se manifestó en títulos como Delante de ti de Hong Sang-soo (todavía no he podido ver La novelista y su película) y Tenéis que venir a verla de Jonás Trueba.
Unívoco: Las películas que circulan por carreteras de sentido único siguen su camino firme por festivales, taquillas y premiaciones. Pienso en títulos como El triángulo de la tristeza de Ruben Östlund, As bestas de Rodrigo Sorogoyen o Holy Spider de Ali Abbasi.
Vep: Más allá de su intelectualismo afectado, Irma Vep, el meta-serial y auto-remake de Olivier Assayas, regaló a sus espectadores momentos de pura conmoción gracias a la confesional remembranza del (final del) amor entre el propio Assayas y Maggie Cheung. El extraordinario Vincent Macaigne, como el alter ego del cineasta, empapó estas escenas de melancolía y fulgor romántico gracias a sus ojos de cordero degollado.
White Elephant Art: Según Manny Farber, los cineastas-elefante-blanco anhelan ser reconocidos como artistas virtuosos, creadores de obras grandilocuentes, embadurnadas de maestría. En el cine de 2022, la elefantiasis fílmica se manifestó en títulos como la insufrible The Northman de Robert Eggers o la fascinante Godland de Hlynur Palmason.
XXI: El futuro está aquí, como demuestra la árida y subyugante Crímenes del futuro (Crimes of the Future) de David Cronenberg, una película que, más que una profecía de urgencia, parece el recuerdo de una distopía cumplida.
Y: ¡Conjunción! Todo lo que necesitamos en el 2023 para olvidar las penurias del 2022.
Zoe Stein: Junto a Nacho Sánchez, la joven actriz barcelonesa formó la pareja más improbable y defendible del año. La fuerza de su unión, en la ficción de Mantícora, radica en una feliz mezcolanza de talento actoral y generosidad brutal por parte del cineasta Carlos Vermut, que imagina la única vía posible de sosiego para dos almas acongojadas hasta lo inimaginable.